sábado, 25 de marzo de 2017

15. HABÍA UNA VEZ UN TIGRE Y UN DELFÍN...



En esta ocasión uno dos entradas que forman un sólo relato. La primera parte la publiqué el día 10/10/2010 y el final fue el 12/10/2010. Habla de un amor imposible.




   El tigre mira al delfín. Observa sus formas estilizadas. Le ve moverse por el agua. Nada feliz. Su medio natural es el mar. Allí tiene todo lo que necesita. Comida, compañía, diversión... no necesita mas. Se siente observado y mira al tigre.

   El felino, apoyado contra el cristal, se siente avergonzado. No quiere que descubra su admiración. Él también es feliz. Cada día le cuesta mas cazar, siente que se hace mayor, las hembras muestran cierto interés, pero hoy ha descubierto un ser que le ha llamado la atención. Poco tienen en común y lo sabe, pero hay algo que le impide separarse del cristal. Tal vez sea su agilidad o su capacidad para moverse entre las rocas sin ni siquiera rozarlas. Sea como fuere, ahí está. Admirando el color de su piel, su hocico alargado y su capacidad para comunicarse con tan sólo emitir inaudibles sonidos.

   Decide alejarse. Tal vez algún día vuelva a visitar a su nuevo amigo, tal vez no. ¿Y si se arriesga? ¿Y si salta el tanque y nada con él? No, sabe que el agua mojando su piel no es una sensación agradable y que nunca va a poder tener lo que quiere, la misma admiración que siente el tigre por el delfín.

   El tigre poco a poco se aleja. Sabe que no va a volver al tanque. Está cabizbajo. No le resulta fácil alejarse de aquello que admira, pero sabe que es lo mejor. El delfín seguirá feliz en su medio acuático y no recordará la visita del gran gato de bigotes largos. En su gran tanque de agua tiene muchas distracciones, tiene su vida, no necesita la admiración de un ser de cuatro patas al que no le gusta el agua.

   Tan sólo han sido un par de días los que ha admirado al delfín, pero le da pena irse. Sabe que su presencia no deja ningún recuerdo y eso le duele. Levanta la cabeza. Él es un señor tigre. Un gran felino y sabe que va a encontrar en su mundo algún ser de su especie con el que compartir cacerías y momentos de sueño bajo el sol. En realidad, no necesita al delfín. No necesita admirar a un animal tras la cristalera. Nunca lo ha necesitado, pero fue una sensación nueva. No había visto un ser tan ágil en el agua y no podía imaginar que él pudiera llamar su atención.

   Poco a poco llega a su manada. Cuando el primer cachorrillo se acerca para saludarle olvida al delfín.

FIN

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