lunes, 31 de enero de 2022

EL TIEMPO Y UNA SONRISA FALSA

 Entrada en la que reflejo un sentimiento...



   Siento que me ahogo en un mar de lágrimas no derramadas. Gotas de agua salada que se deslizan por mi garganta de una en una, hasta llegar al estómago. Una vez ahí, van ascendiendo hasta llegar a mi corazón. Un corazón cansado y mal herido. Tiene muchas cicatrices. Unas están curadas y apenas queda una marca. Otras están abiertas y sangran casi a diario. No encuentro el remedio para cerrarlas. Me dicen que es cuestión de tiempo. Pero siento que solo con eso no es suficiente.


   La sal de las lágrimas hace que las heridas duelan más. Tal vez debería dejar que las gotas de agua salada fluyeran por los conductos destinados para tal fin. Pero no puedo. No tengo tiempo para llorar. No me puedo permitir mostrar debilidad. Aunque llorar no es de débiles sino de fuertes. Debo sonreír. Levantarme cada día con la pesada carca que llevo sobre los hombros y afrontarlo de la mejor manera posible. Eso es lo que se espera de mí. Y da igual que sea una sonrisa falsa. Lo importante es mostrarle al mundo que estoy bien. Aunque sea una gran mentira.

   La solución para las heridas sanen, las lágrimas dejen de formarse y la sonrisa sea sincera, no sé cuál es. Tal vez una conversación a pecho descubierto con mis fantasmas. O empezar a decirle a la gente de mi entorno que no. Que no estoy bien. Que necesito ayuda. Que mis hombros no pueden soportar ni un día más la pesada carga que llevan. Tal vez la solución pase por pedir que me traten de la misma manera que les trato yo. Por hacerles ver que sólo soy humana y que de la misma manera que estoy ahí para todos, necesito que estén para mí.

   Es difícil esta situación. Es dura la soledad rodeada de gente. Y eso que en el pasado he superado muchas cosas pero he llegado al punto en el que me cuesta seguir caminando. Los pies me pesan, el corazón me duele y no encuentro la manera de evitarlo. Hasta ahora he podido con todo. Con mis problemas y los de los demás. Pero cada día me cuesta más respirar. Cada día ese mar de lágrimas no derramadas es mayor.

   El tiempo apremia. El día ya ha empezado. Debo ir al baño, lavarme la cara y preparar la garganta para seguir tragando lágrimas. Tal vez pueda derramar alguna cuando al caer la noche nadie me necesite y me pueda permitir el lujo de un baño relajante. Tal vez en ese momento no me queden fuerzas para hacer algo que no sea cerrar los ojos con fuerza mientras deseo que mañana, cuando el sol salga por el horizonte, sea un día mejor. Sea como fuere, dejo de escribir por hoy. Ya llevo puesta mi sonrisa falsa.

domingo, 9 de enero de 2022

EL OLOR

 Entrada en la que hablo de un olor inolvidable. 


   No es un olor cualquiera.  Es ése olor. Un aroma agradable pero que me hace añorar los días en los que perdí el sentido del olfato.

Como he dicho, es un aroma agradable, no el típico de estos sitios. Pero tiene la capacidad de hacerme llorar. Me transmite ese doloroso sentimiento de quiero y no puedo. Me traslada a un mundo de palabras que habría deseado no conocer su significado. Me recuerda que debo tener paciencia y que da igual el grado de dolor que sienta, debo ocultarlo. Guardarlo para mí. Dejar fluir las lágrimas cuando la noche y la soledad física sean mis cómplices. Tengo que ser fuerte y no dejarme llevar por la rabia y la impotencia que siento cada vez que mis fosas nasales detectan ese olor.

   Soy consciente de la cicatriz que ese aroma está haciendo en mi alma. Sé que lo recordaré siempre y por muchos años que pasen, cada vez que lo note, me sentiré transportada a este lugar. Un lugar muy cercano al que fuera mi hogar durante unos años, que también fueron duros. Igual que son duros estos momentos.

   Ya han pasado unos días desde que dejé de visitar ese lugar. Y la felicidad lucha contra la resaca de la tristeza. La batalla no está acabada, pero ya se conoce el nombre del combatiente más fuerte. En cuanto al olor, lo noté una última vez. Pero en esa ocasión no fue el sabor salado el que inundó mis papilas gustativas. No hubo lucha contra las lágrimas, tan sólo una tímida sonrisa, una sensación de "por fin". La esperanza me susurraba al oído que a partir del día siguiente, podría dejar atrás el recuerdo del breve paseo en compañía de un aroma que habría preferido no conocer nunca.

   Supongo que mucha gente se ha sentido identificada con esta entrada. Y sin entrar en detalles, me refería al olor del hospital. A aislamiento, amor incondicional, preocupación por la salud de un ser querido y finalmente ver cómo la lucha de esta persona ha tenido sus frutos. He querido hablar de ese breve recorrido en compañía de ese olor a desinfectante que impregnaba cada pared, suelo y puerta por la que pasaba. Subía en el ascensor, dejaba la bolsa en recepción de la planta y hacía el camino a la inversa. Estaba tan cerca y la vez tan lejos de poder dar un abrazo a esa persona que lo necesitaba tanto como yo. Pero en ese momento no se podía. La enfermedad de moda tenía la culpa de que no me pudiera acercar más.

   Afortunadamente todo eso ya ha quedado atrás y el último día pude dar el ansiado abrazo. Por eso ese olor dejó de ser tan amargo para ser un poquito más dulce. Al día siguiente las visitas al hospital finalizaron y la recuperación sigue en casa. Lejos de ese olor que me ha enseñado tantas cosas. Ese olor que de manera indirecta me ha acercado y alejado de personas. Ese olor que me ha susurrado al oído lo que mis amigas me dicen, que soy fuerte.

   Gracias por leer esta entrada, por invertir unos minutos de tu tiempo en pasear tus ojos sobre las letras. Y muchas gracias a todas esas personas que me han tendido su mano y me han ayudado a superar unos días que poco tienen que envidiar a los peores días de mi vida. Y muchísimo ánimo si tienes la mala suerte de que la enfermedad te visite a ti o a un ser querido. En la gran mayoría de los casos se supera y esa esperanza hay que mantenerla con vida, siempre.