viernes, 28 de diciembre de 2012

SENSIBILIDAD

 Entrada escrita el día 9/09/2010. Un mal día...


Cierro los ojos y aquí estás. Dándome ese abrazo que tanto necesito ahora. Secando mis lágrimas y pidiéndome que me tranquilize, diciendo que todo va a ir bien, que es sólo un mal día y que mañana será mejor. Abro los ojos y tu presencia ha desaparecido. Me queda tu olor impregnando las sábanas. Tiemblo. Siento frío, frío y miedo. Hoy te has enfadado conmigo, y de verdad, no soy capaz de entender el motivo. En estos momentos las lágrimas no me dejan pensar con claridad. Sólo quiero abrazarte, sentir tu piel, tu dulce voz tranquilizadora en mi oído. Pero no tengo lo que quiero. Seguramente ahora estarás por ahí, enfadado conmigo, pensando que soy una borde, cuando en realidad sólo soy una tonta sensible que ha llevado un mal día y que no ha sabido expresarlo. Quiero dejar de llorar y no puedo, quiero dejar de temblar y no sé como hacerlo, quiero... te quiero a tí.

LA NECESIDAD DE ESCRIBIR

 Una rallada mas... escrita el día 9/09/2010. Hablo un poco de como soy yo...


   Cuando la tristeza oprime mi corazón, las letras salen por mis dedos. Dedos temblorosos, que ansían escribir palabras para librar al nombrado órgano de lo que le oprime. Las palabras fluyen sólas, metáforas sobre la soledad, el amor o la amistad salen sin que yo sea plenamente consciente de ello. Junto con cada lágrima, una nueva frase llena de sentimiento acude al texto sin ser llamada. La necesidad de escribir, de expresar lo que siento, hace que casi cada día, relate en el blog lo que pasa por mi mente, por mi corazón. Sé que esta entrada no es muy coherente. Soy consciente de que no soy capaz de reflejar lo que pasa por mi mente, pero la necesidad de no guardarme las cosas me obliga a seguir escribiendo. Ese es uno de mis defectos, que necesito decir en voz alta lo que pienso, lo que siento. Si me importas de verdad, lo haré. En muchas ocasiones meteré la pata y es posible que te enfades conmigo pero ten por seguro que si lo hago, es porque me importas de verdad. No lo hago con todo el mundo, a menudo si la opinión que tengo es contraria a la tuya, callaré y escucharé, no obstante no seré capaz de expresar lo que pasa por mi cabeza. Por eso, si te llevo la contraria, si te miro mal por un comentario que has hecho o te pido disculpas antes de empezar a hablar es porque me importas mucho.

martes, 18 de diciembre de 2012

SIEMPRE HAY ALGO MAS

   Si no escribo hoy... no duermo. Soy consciente de que es posible que escribir tampoco me ayude a conciliar el sueño, pero tengo que intentarlo.

   ¿Por dónde empiezo? ¡Uy! Esa pregunta la he leído hoy y ha venido acompañada de un relato emocionante, con tragedia, lucha, amor y esperanza. No voy a entrar a valorarlo ya que lo haría de una manera poco, o nada, objetiva. Cuesta ser sincera, pero es así. Me gustaría decir que conocer la historia ha aclarado las dudas que tenía ayer, pero no ha sido así.. no del todo. Si en gran medida, cosa que es de agradecer. Ahora, una vez que las dudas que se pueden resolver ya está resultas, toca hacer balance. Poner en un lado lo que dice la lógica y en el otro extremo lo que siente. Estoy segura que hay un término medio y espero encontrarlo.

   Esto es como la cocina. Cuando no sabes cocinar, coges una receta, y como sea un poco complicada la dejas a un lado y haces algo mas sencillo. Eso sí, la sigues al pie de la letra. Conforme vas cogiendo práctica, te atreves con recetas mas complicadas, también vas cogiendo tu forma de hacerlas, tus pequeñas "manías". Pero siempre hay un punto en el que coges una hoja, la lees, respiras hondo y tienes que decidir si la haces o no. Has hecho algo similar otras veces, sabes que si te sale bien puede ser algo espectacular pero tienes miedo de no disponer de los conocimientos y paciencia necesarios para que salga algo rico de esas letras. Es justo en ese punto donde estoy yo. No con la cocina, sino con las relaciones personales.

   Cuando era una niña hablaba con todo el mundo. Recuerdo con ternura un día en el que le pregunté a todos los hombres de un bar que frecuentaba mi padre si se llamaban Pepe. Encontré a un señor que se llamaba así. Era muy confiada. Poco a poco empecé a ser mas tímida. Y ahora estoy ante una situación en la que no sé como actuar. Tengo claro que merecerá la pena si consigo esa amistad pero también veo los obstáculos que me impiden acceder a ella. Sólo tengo que decidir si me arriesgo, pongo toda la carne en el asador y lucho por conseguirla o pongo barreras para evitar hacerme daño. El daño es inevitable y no le tengo miedo, ya he tenido varias decepciones y sé que se superan. Pero no sé si dejar en este punto que todavía no ha comenzado, lo que puede ser una bonita y duradera historia o bajarme del tren y esperar al siguiente. No sé para que pienso tanto, si al fin y al cabo, el destino es el que tiene la última palabra y aunque yo diga "no" si el destino dice "si" va a ser lo que él mande.

   Ale, ya estoy mejor. He conseguido escribir lo que quería, así que ahora me voy a meter en la cama y voy a soñar algo rápido antes de que suene el despertador. Pero antes, una pregunta para el lector... ¿Cómo haces la tortilla de patata?

lunes, 17 de diciembre de 2012

SEMANA RARA NO... LO SIGUIENTE

   Respondiendo a una pregunta no realizada... No, no necesito un abrazo. Necesito respuestas a preguntas que no quiero formular, necesito las respuestas que no deseo escuchar. Necesito estar como lo estaba hace un tiempo... Pero como todo eso no lo voy a tener, relataré mi semana, que finalizará en menos de media hora. Ha sido una semana rara, muy rara, demasiado para mi gusto. Me han pasado cosas que nunca me habían pasado. He sentido cosas que prefiriría no haber sentido.

   Lunes: Corriendo al colegio y "doña precisa" hace que mis hormonas se revolucionen. Tengo ganas de llorar, con una llamada de una clienta, las lágrimas corren por mis mejillas. Llevo mas de ocho años en el trabajo y hacía mucho que no me pasaba eso. Estoy enfadada triste a la vez. Sólo tengo ganas de irme a la cama para no salir hasta el día siguiente. Por la tarde hay cumpleaños y le pido al papá de los peques que le lleve al menor al cumpleaños. Me equivoco en la hora y como él tampoco está bien al rato les tengo en casa. Paso la tarde como puedo mientras la agujetas hacen acto de presencia para recordarme la caminata del día anterior. Se me ha olvidado comentar, que de camino al coche, por la mañana, una señora mayor critica un coche, según ella mal estacionado. Indignada le digo que está bien aparcado, lo que pasa es que ella quiere pasar por un sitio por donde no hay paso de cebra y mi coche le molesta. Acaba la noche con una hora de animada charla.

   Miércoles: Mi día de la semana libre se ve cambiado por una tarde de llevar al mayor a catequesis.

   Jueves: La bronca del siglo. Las agujetas no se han ido y cuando pido una tarde para mí estalla la guerra mundial. Recriminaciones por aquí, reproches por allá y el sentimiento de que la vida es injusta conmigo. Siento que de buena soy tonta y quiero dejar de serlo. No sé como, pero necesito romper con todo eso. Necesito el divorcio para, de alguna manera, ser libre. A día de hoy no sé a ciencia cierta las condiciones de dicho acuerdo y la incertidumbre me supera. Tarde de lloros y de nuevo, al caer la noche, una hora de animada charla. Hoy lo necesitaba mas que nunca... o eso pensaba el jueves...

   Viernes: Todavía con el enfado del día anterior recibo una llamada. Una señora me dice que mi ex ha perdido el teléfono justo en el momento en el que iba a saludar a una amiga. Horas después le daba una alegría a la persona que me había hecho llorar tanto el día anterior.

   Sábado: Viaje relámpago a Olite, pueblo navarro con un castillo precioso. Reencuentro con la familia, presento a los pequeños a sus familiares, que son los míos. El día transcurre como era de esperar, lleno de recuerdos. Visita a un castillo que me habría gustado ver sola, sin tener que vigilar a dos pequeños. Muchas emociones, mi tía es clavada a mi padre. De vuelta a Zaragoza me siento feliz, muy contenta porque los pequeños se lo han  pasado en grande, mi prima me envía un mensaje cariñoso. La quiero un montón. Lástima no haber podido hablar mas. Varias horas de animada charla y cuando las doce de la noche ya han pasado hace rato en el relog, una noticia inesperada. Mi cabeza se bloquea, mis pensamientos van a mil por hora, donde antes no había preguntas ni respuestas ahora hay preguntas sin respuestas. Es mejor dejar el tema ahí y continuar con la animada conversación.

   Domingo: La almohada no me ha resuelto ninguna duda. El tema sigue estando ahí. Tal vez a lo largo del día encuentre las respuestas a esas preguntas que me da miedo formular, que me da miedo siquiera pensarlas. Aún hay que romper una barrera. Tal vez esa barrera sea lo suficientemente fuerte y no necesite las respuestas porque realmente me den igual. Me lavo el pelo y poco antes de salir de casa una noticia, está lloviendo. He organizado una quedada y pienso que nadie va a venir. Estoy enfadada, muy enfadada. El regalo del amigo invisible que encontré el sábado, un bonito paraguas, evita que lleguemos empapados al punto donde he quedado con la gente que no sé si va a venir. Vienen la gran mayoría. Estoy feliz por la respuesta de la gente y lo que me temía se confirma. La barrera se rompe y sí, necesito respuestas. No me dan igual. Por mas que quiera la situación no me resulta indiferente. No siento lo que quiero sentir, sino lo que siento sin querer.

   Y aquí estoy, con mi blog, escribiendo con puntos y aparte una entrada que sólo va poder entender una persona aunque la pueda leer cualquiera. El jueves no necesitaba una animada charla, hoy sí. Voy a encender el móvil, y a esperar que alguien me de las buenas noches. No espero recibir respuestas, realmente sé que la semana va a acabar siendo como empezó... una semana rara... muy rara. 

   Nota a las 00:47: Odio tener razón.

  


martes, 11 de diciembre de 2012

UNA FAMILIA

     Bueno, ya va siendo hora de relatar un hecho que ha marcado mi vida. En esta ocasión es algo muy positivo y quiero compartirlo. Hace un mes, mas o menos, recibí una llamada que me amargó la tarde. Era mi padre y aunque normalmente no me afectan sus llamadas, aquel día me dolió escuchar lo que dijo cuando se supone que había finalizado la llamada. Encendí el ordenador con la firme intención de escribir quien era esa persona que un día puso la semillita gracias a la cual estoy aquí. Recordé una solicitud de amistad que tenía y decidí intentar averiguar quien era. El resto de la historia ya te la conoces, Sonia. ¡Era mi prima! A la que hacía mas de diez años que no veía. En unas horas nos pusimos al día. Apenas nos habíamos visto de pequeñas debido a la distancia, ya que ella vive en una ciudad diferente a la mía... en mi ciudad. Recuerdo ese día con gran emoción. Por un lado, estaba muy feliz de que se hubiera puesto en contacto conmigo. Por el otro, aún tenía dolor en el corazón debido a la llamada que había recibido. Decidí contarle todo. Le hablé de mi infancia, del dolor que sufrí, de lo  injusta que fue la vida conmigo en aquella época. Lo siento Sonia, sé que te hice llorar, fui egoísta al contarte todo sin pensar en como te ibas a sentir. Sé que me entiendes y comprendes y desde aquí, mi pequeño espacio personal, te quiero dar las gracias.
     Los días que vinieron después fueron increíbles, hablábamos cuando podíamos y las risas iban seguidas de las lágrimas y al revés. Era increíble hablar con ella. Formaba parte de mi familia, de mis raíces. La casualidad nos hizo coincidir un fin de semana y decidimos vernos. No me lo podía creer, tenía fecha nuestro encuentro. Estaba super feliz. Tenía muchas ganas de que llegara el día para abrazarte. Mirarte a los ojos y recordar cada momento vivido a tu lado. Ambas no recordábamos mucho la una de la otra, éramos unas niñas. Parecía que no iba a llegar nunca el viernes y cuando el despertador sonó a las cinco de la mañana me levanté con una sonrisa... un cuarto de hora después. En el autobús me iba imaginando, una vez mas, como sería nuestro primer abrazo. Durante el camino acabé una breve carta, wasapee con amigas, y miré el reloj... no sé... no sabría calcular las veces... jejje. Parecía que no iba a llegar nunca la hora en la que viera mi ciudad por la ventanilla donde estaba sentada. Finalmente llegué. ¡¡Uuuuf!! Describir con palabras las emociones me resulta en esta ocasión complicado. Estaba en Bilbao, la ciudad que me vio nacer. Felicidad, emoción, sensación de estar en un sitio extraño... al principio estuve muy callada. Sentía nervios y a la vez muchas ganas de hablar contigo, de que me contaras cosas...
     Conforme fue pasando el tiempo y me llevaste a conocer un poco los alrededores me fui relajando. La conversación era muy fluida. Eres la mejor anfitriona. Hubo varios momentos de tristeza, de ver fotos, de nostalgia, de deseos que nunca se cumplirán... Fue increíble recordar tantos momentos vividos en la orilla de la ría. Ver el mar fue para mí... relajarme del todo. El sonido, la compañía... sentí como las lágrimas se secaban y daban paso a la sonrisa. Era feliz, muy feliz, estaba justo donde quería estar y con quien quería estar. Respiré el aire puro mientras perdía la vista en el infinito. Recordé que la semana anterior a mi visita había hablado con tu madre, mi tía. Volví a  hablar con ella y con una tía común, tuya y mía. No se creía que estuviera allí, a tan sólo unos kilómetros de distancia. En cuestión de horas, el reencuentro con ella. El sentir que era parte de la familia fue increíble. Había muchas cosas que contar y lo hice sin nombrar la palabra que tú y yo sabemos. No fue necesario, nuestra tía entendió muchas cosas, lo leí en su mirada.
     Un rato después, en el autobús, sentía infinita tristeza. Hacía años que no se me pasaba el día tan rápido. No podía estar mas agusto con todos vosotros. Intentaba recordar cada momento, cada sentimiento vivido intensamente. Tengo ganas de volver a verte, Sonia, de abrazarte como aquel día, de darte las gracias por devolverme lo que perdí hace años. UNA FAMILIA.