domingo, 9 de enero de 2022

EL OLOR

 Entrada en la que hablo de un olor inolvidable. 


   No es un olor cualquiera.  Es ése olor. Un aroma agradable pero que me hace añorar los días en los que perdí el sentido del olfato.

Como he dicho, es un aroma agradable, no el típico de estos sitios. Pero tiene la capacidad de hacerme llorar. Me transmite ese doloroso sentimiento de quiero y no puedo. Me traslada a un mundo de palabras que habría deseado no conocer su significado. Me recuerda que debo tener paciencia y que da igual el grado de dolor que sienta, debo ocultarlo. Guardarlo para mí. Dejar fluir las lágrimas cuando la noche y la soledad física sean mis cómplices. Tengo que ser fuerte y no dejarme llevar por la rabia y la impotencia que siento cada vez que mis fosas nasales detectan ese olor.

   Soy consciente de la cicatriz que ese aroma está haciendo en mi alma. Sé que lo recordaré siempre y por muchos años que pasen, cada vez que lo note, me sentiré transportada a este lugar. Un lugar muy cercano al que fuera mi hogar durante unos años, que también fueron duros. Igual que son duros estos momentos.

   Ya han pasado unos días desde que dejé de visitar ese lugar. Y la felicidad lucha contra la resaca de la tristeza. La batalla no está acabada, pero ya se conoce el nombre del combatiente más fuerte. En cuanto al olor, lo noté una última vez. Pero en esa ocasión no fue el sabor salado el que inundó mis papilas gustativas. No hubo lucha contra las lágrimas, tan sólo una tímida sonrisa, una sensación de "por fin". La esperanza me susurraba al oído que a partir del día siguiente, podría dejar atrás el recuerdo del breve paseo en compañía de un aroma que habría preferido no conocer nunca.

   Supongo que mucha gente se ha sentido identificada con esta entrada. Y sin entrar en detalles, me refería al olor del hospital. A aislamiento, amor incondicional, preocupación por la salud de un ser querido y finalmente ver cómo la lucha de esta persona ha tenido sus frutos. He querido hablar de ese breve recorrido en compañía de ese olor a desinfectante que impregnaba cada pared, suelo y puerta por la que pasaba. Subía en el ascensor, dejaba la bolsa en recepción de la planta y hacía el camino a la inversa. Estaba tan cerca y la vez tan lejos de poder dar un abrazo a esa persona que lo necesitaba tanto como yo. Pero en ese momento no se podía. La enfermedad de moda tenía la culpa de que no me pudiera acercar más.

   Afortunadamente todo eso ya ha quedado atrás y el último día pude dar el ansiado abrazo. Por eso ese olor dejó de ser tan amargo para ser un poquito más dulce. Al día siguiente las visitas al hospital finalizaron y la recuperación sigue en casa. Lejos de ese olor que me ha enseñado tantas cosas. Ese olor que de manera indirecta me ha acercado y alejado de personas. Ese olor que me ha susurrado al oído lo que mis amigas me dicen, que soy fuerte.

   Gracias por leer esta entrada, por invertir unos minutos de tu tiempo en pasear tus ojos sobre las letras. Y muchas gracias a todas esas personas que me han tendido su mano y me han ayudado a superar unos días que poco tienen que envidiar a los peores días de mi vida. Y muchísimo ánimo si tienes la mala suerte de que la enfermedad te visite a ti o a un ser querido. En la gran mayoría de los casos se supera y esa esperanza hay que mantenerla con vida, siempre.





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