miércoles, 31 de agosto de 2011

LAURA Y LUIS

Laura se peina, lentamente, su larga cabellera morena. Intenta disimular las canas. Un mechón de pelo negro aquí, otro allá... Nada. No hay manera. Hace tan sólo unas semanas una amiga de Luis, su esposo, le recomendó una marca de tinte. Ella se niega a usarlo. Le gusta mucho su color de pelo y de siempre ha dicho que nunca se lo teñiría de ningún color. Dentro de unos meses su hijo se casa y va a tener que romper su palabra. No se comprará el tinte, sino que irá a la peluquería de toda la vida. Bueno, de toda la vida no, ya que lleva viviendo en esa ciudad los 32 años que tiene su único hijo. Dejó atrás familia y amigos por amor. Y nunca se ha arrepentido de ello porque siempre decía que ella lo que necesitaba era estar enamorada y si no se sentía así continuaría su camino en solitario. Luis entra en el baño, vestido con traje militar, le da un beso y se va a trabajar. Lentamente, Laura camina hacia la cama y se tumba, boca arriba, mirando al techo. El color del mismo lo decidió ella. Blanco. Como la pureza de su amor... cuando lo pintaron. Ahora ya no es lo mismo. Lleva 35 años con su marido. No con su amado. Lleva tiempo pensando en eso, ya no le ama. Empezaron cuando ella tenía 23 años. Era la menor de cuatro hermanos y quería salir casa, siempre le había gustado viajar y quería recorrer mundo, conocer nuevos sitios, vivir una historia de amor apasionada... Ahora, a sus 58 años de vida siente que no ha conseguido lo que quería. Ha vivido en varias ciudades y al nacer Miguel decidieron instalarse donde nació Luis. Su marido consiguió plaza fija en el ejército y se compraron el piso donde hasta hace unos meses han vivido los tres. Piensa en su madre. Una mujer que luchó con uñas y dientes por sus hijos pero que nunca quiso a su padre. Laura se prometió que eso nunca le pasaría a ella, pero lo cierto es que se siente sola. Algunas mañanas sale con mujeres de militares. Llega pronto a casa, prepara la comida y comen hablando del trabajo del uno y de los marujeos de la otra. Después de una hora de siesta, ella se mete en la cocina, siempre está haciendo alguna receta nueva, y cada una de ellas mas laboriosa que la anterior. Es su refugio, de esta manera no tiene que compartir estancia con la persona que duerme cada noche a su lado pero que no quiere. Bueno, sí le quiere, pero no le ama. Siente que está en un pozo. Sería una desagradecida si le abandonara. Él le ha dado todo lo que tiene, al igual que su familia y amigos se han volcado en ella, para hacer que se sintiera una mas y no echara de menos el mar de su ciudad natal. Se siente muy agradecida, pero le falta algo. Esa chispa que te hace levantarte cada mañana pensando en la persona con la que quieres compartir el resto de tus días. Le gustaría expresar en voz alta como siente, decirle a Luis que es la mejor persona que ha conocido pero que no quiere dormir ni un sólo día mas a su lado. Pero no puede hacerlo, no tiene a nadie. Con los amigos de la infancia a penas tiene contacto y con sus hermanos... mejor no hablar de ellos. Nunca aceptaron que la pequeña de cuatro hermanos y la única chica, se fuera a vivir a otra ciudad. Ellos habían asumido que ella se quedaría a cuidar de sus padres. Intenta recordar en qué momento dejó de amar a la persona con la que duerme todos los días y no consigue recordarlo. Le tiene cariño, le está agradecida, pero nada más. Y no es justo, porque él si la ama. Siempre le da un beso cuando llega a casa, hacen el amor varias veces al mes, en vacaciones nunca falta un hotel de cuatro estrellas, es cariñoso... tiene todo lo que una mujer de su edad querría tener. Excepto ella, que no le quiere a él. Respira hondo y decide lavarse la cara. Dentro de una hora ha quedado con su futura nuera, van a mirar juntas el traje de novia. Tiene ganas de que llegue el gran día y ver como su pequeño se hace mayor al comprometerse a compartir su vida con esa joven simpática y guapa. Le desea lo mejor y reza cada día para que ninguno de los dos se sienta como se siente ella. Lo que Laura no sabe es que su marido, cuando hace el amor con ella, piensa y en la chica que dentro de unos meses estará vestida de novia.

martes, 30 de agosto de 2011

JAVIER

Diez meses, señoras y señores. ¡Diez meses! Y sin discutir, oiga. Tan sólo alguna vez de morros y de la última ya ni me acuerdo. Lo cierto es que esto me parece... irreal. A ver, sicoanalicemos a la protagonista de mi blog. Gruñona, con tendencia a la tristeza, exigente con ella y con su pareja, algunas veces muy "tiquismiquis". Vamos, una joya en bruto. ¿Y ahora? ¿Qué queda de esa persona?. Mas bien poco. En este tiempo he aprendido, primero a escuchar las canciones, analizando las letras. Me han enseñado, no, me han hecho ver mi capacidad para analizar una situación y hacer cambiar de idea a una persona que lleva media vida pensando lo mismo. He sido capaz de ver detrás de un gran paquete de palomitas una película de miedo, he tenido un ataque de risa con una persona que acaba de conocer... son mil y una cosas. Y una de las que mas me gustan de lo que he aprendido es a tener paciencia. Ahora la gente se besa y luego se conoce. Pues no, a mí me han enseñado a conocer a la persona, a intentar adivinar por gestos, miradas, actitudes si para él soy una amiga o algo mas. ¡¡¡Yo!!! Con paciencia. Ciencia ficción. Pero hoy no me quiero quedar con el hecho en sí. Sería muy bonito describir con detalle cada día que nos vimos desde aquél primer contacto internauta, pero no me quiero quedar con el hecho en sí, sino con el sentimiento. Hace unos minutos comentaba que mi blog transmite lo que soy a través de lo que siento, así que hayá voy. Siento... de todo. Por un lado paz y tranquilidad. No es paciencia, sino algo más profundo. He tenido una temporada en la que mente y corazón hacían carreras nocturnas por mi mente, pero ahora no es así. Me siento mas agusto conmigo misma. Es verle... y bueno, la cara de tonta que se me pone... Supongo que eso es inevitable cuando estás enamorada de alguien. De pequeña pensaba en la "falsedad" de las palabras "te quiero" cuando ya las has dicho mas de una vez, pero ahora no lo veo así. Una cosa es querer a alguien y otra cosa amar con el corazón. Es como cuando te compras una falda. Ves una y te queda genial, pero luego, al cabo de los meses encuentras la falda con la que vas a salir ese día especial. Me siento así, como si hubiera encontrado la falda de mi vida. He tenido oportunidad de conocer el interior de la persona, mi interior y se podría decir que esta ocasión me han conquistado desde dentro. No sé... es algo raro. Es... como si le conociera desde siempre. Con sólo una mirada sabemos que piensa el otro, aunque este se niegue a admitirlo. Una mirada, una caricia, una sonrisa, una visita en mitad de mi jornada laboral, una rosa que casi me ahoga, un partido de fútbol... Ahora entran en juego mis pequeños. Nunca les había visto tan tranquilos y relajados, con ganas de querer hacer cosas con nosotros, interesándose sobre a que hora va a llegar esa persona que me ha hecho renacer. Digo renacer porque me ha enseñado a corregir mis errores. Podría decir lo de siempre, que todo se verá, que nunca se sabe que tiene pensado el futuro (o el mes de septiembre) para nosotros... pero no me asusta, no lo pienso, no existe un futuro sin él. Tanta seguridad me da miedo pero es como me siento. Forma parte de mí, tal vez por eso estoy tan segura. He pasado por unas situaciones un tanto desagradables pero ahora empiezo a vivir. Me siento capaz de afrontar cada problema que pueda surgir porque sé que no estoy sóla. Me encantaría seguir escribiendo, describir con pelos y señales a esta persona de la que llevo hablando todo el rato y que mis amigas apenas conocen, pero el sueño me vence. Y como forma parte de mí y pienso estar mucho tiempo conmigo misma, seguro que escribo alguna otra entrada diciendo de forma escrita lo que siento cada mañana que una bonita voz me dice: "Es y media", es decir: "Olvídame" Jejejeje. No enserio, te quiero cariño, y si no he escrito antes una entrada así ha sido porque no he tocado el blog y porque no era capaz de poner letras a todo lo que siento cuando estoy a tu lado. Gracias por hacerme ver que aunque deprimida, también soy optimista. Un besazo, guapo.

viernes, 26 de agosto de 2011

RUTINA Y CAMBIOS

Lentamente se acerca. Despacio y sin hacer ruido. Tiene muchas cosas planeadas y no piensa desvelarlas hasta llegado el momento. Me gustaría interrogarle, saber que planes tiene, pero sé que sería inútil cualquier tipo de extorsión o chantaje. Así que me quedo a la espera. Observo como cada día que pasa falta un día menos para que llegue. ¿Tengo ganas? Sí y no. Por un lado en el fondo sé que es lo que necesito. Me aporta muchas cosas como rutina, horarios... por el otro también me da mucho estres. No puedo hacer nada por evitar su llegada así que dentro de cinco días diré: "¡Bienvenido septiembre!". Este año, como los anteriores, ha sido raro en lo que a vacaciones se refiere. Un fin de semana en una playa de piedras con mi chico, otro finde en su pueblo, otro que nos tocará de canguros de su abuelo pero ssshhhh, eso todavía no lo sabe nadie. No sé... todavía no tengo ganas de volver a la rutina, con su despertador, la cangú en manos del propietario, el paseo hasta el colegio, vuelta a ver a las compis que llevan todo el verano de excedencia... No me apetece. Tengo ganas de que no haga tanto calor, tengo ganas de salir algún fin de semana a una playa sin piedras, quiero ver como corren los pequeños con las bicis, que mi único horario sea el del trabajo. Pero da igual lo que piense. Septiembre tiene otras ideas. Me dice que para salir y disfrutar ya están julio y agosto y que él es como el padre severo que te mete en vereda después de todo el verano en el pueblo con los abuelos. Lo que no sabe es que no he podido correr y divertirme, pero le da igual. Los peques empiezan este año el cole antes que nunca y no da tregua. El año pasado también hablé de este mes tan "paternal" diciendo "adiós" a las sandalias y "hola" a las botas. Sabía que empezaba una temporada de cambios, pero ni de lejos imaginaba lo que me esperaba, y mucho menos lo que me gustaría que me trajera este nuevo curso escolar. En ocasiones, como hoy mismo comentándolo con una compañera de trabajo, pienso que estoy loca. Pero de momento ese pensamiento queda para mí. Llegado el momento lo compartiré con mis lectores, si todavía queda alguno. Bueno, que me voy del tema. Para finalizar le quiero decir al señor septiembre, que no le tengo miedo y que pienso afrontar los cambios que quiera imponerme de la mejor manera posible. ¡Ah! Y este año pienso llevar mucho tiempo las sandalias... hasta que me compre unas botas nuevas, porque las viejas se han perdido con la mudanza.

miércoles, 17 de agosto de 2011

DOLOR

Me duele el corazón. Me duele como nunca antes me había dolido. El dolor sale de dentro, de lo mas hondo. No es como cuando te das cuenta de que una relación de varios años no llega a ningún sitio, ni el dolor que sientes al perder a tu mascota... Es algo peor. Algo que me hace llorar todos los días, ver la habitación de mis chicos y sentir que me falta algo. El motivo es porque hace ya varios días que no les veo. Sé que están bien, pero no están conmigo. Me falta que alguien proteste porque tiene hambre o porque no se quiere echar la siesta o hacer los deberes. Me falta esa cara de recién despertados, ese beso sin venir a cuento, las miradas cómplices... No tengo su olor, su voz, el chapoteo en la bañera cuando se bañan, el tener una cosa pequeña por la cocina intentando ayudar mientras el otro protesta porque está sólo. Me duele el corazón. Sé que dentro de dos días les voy a volver a ver pero estoy muy triste. No quiero ver a nadie, no me apetece levantar el auricular en busca de consuelo, tan sólo quiero que pasen los días para volver a verles, para enfadarme y echarles de más y no de menos. Tal vez influya en algo el que hasta hace un par de días no tenía fecha de regreso y la incertidumbre es lo peor. No saber cuando les voy a abrazar, cuando me van a contar a dúo todo lo que han hecho, cuando me van a enseñar todo lo que le han sacado a la abuela. Tengo ganas de acabar con todo esto. Tengo ganas de que llegue el día en el que tenga tachado en el calendario los días en los que estaré con ellos y los días en los que lloraré su ausencia. Me siento sóla. Terriblemente sóla. No con esa soledad de no tener a nadie con quien hablar, sino con esa de no tener a mi lado a las personas mas importantes de mi vida. Estoy segura que si alguna madre lee esto sabe de lo que hablo. Echarles de menos no me hace ser mejor ni peor persona, mejor ni peor madre, me hace ser humana. Me hace comprender por qué es muy peligroso acercarse a una madre en el reino animal que acaba de tener a sus cachorros. ¿Qué sentirán ellos? ¿Preguntarán cuando van a volver? Son preguntas que lanzo al aire, igual que los suspiros que nadie oye.

domingo, 7 de agosto de 2011

DESPUÉS DE UN TIEMPO SIN ESCRIBIR... VUELVO A LA CARGA

Una nueva etapa toca a su fin. Lentamente se acerca la hora de decirle "hasta luego" a mi etapa como conductora. Recuerdo perfectamente como empezó todo. Fue hace algo más de dos años. Corrían rumores de que nos iban a cambiar la ubicación del puesto de trabajo. Mi situación por aquel entonces era la siguiente: dos pequeños y uno de ellos con el colegio en el mismo barrio que mi trabajo. Era una fiel seguidora del señor 42 dos. Todas las mañanas, disfrutaba de la compañía del conductor suicida, cuando no tenía prisa o del conductor tortuga, cuando el relog gritaba que no iba a llegar a tiempo. La noticia de cambiar de barrio no me hacía ninguna gracia. Las opciones que se barajaban no eran nada agradables. En el mejor de los casos tendría que coger dos autobuses. Lo que implicaba reducción de jornada con la correspondiente reducción de sueldo, y con una hipoteca recién contratada no era viable. Así que opté por sacarme el carné de conducir. No estuve sola, ya que una amiga se lo sacó conmigo y fue hasta divertido. Tras un par de meses de madrugar mucho, cambiar el turno a la tarde, hacer enfadar al profesor de auto escuela, suspender con el manco, conseguí aprobar con el ya citado examinador. En unos días tuve en mi poder un trocito de plástico que me autorizaba a conducir todo tipo de vehículo cuyo peso fuera inferior a... bueno, el que fuera. Dentro de esos vehículos estaba el vehículo familiar. Una señora Kangú. Cristales tintados en rojo, grande como ella sola y muy rebelde a la hora de meterla en la plaza de garaje. Tras una separación la señora se vino a vivir conmigo. Tenía dos pequeños que llevar al colegio. Por cierto, al final nos cambiaron a tan sólo unos metros de nuestra anterior ubicación. Como decía, yo me quedé con ella y viví emocionantes aventuras. Una de ellas fue con el cd de "Ella baila sola" a toda pastilla con una lluvia de esas que no te dejan ver ni las rallas del suelo. Otra de ellas fue un bonito domingo por la mañana cuando me llevé a mi chico a Logroño de tapas, cuando él pensaba que íbamos a la zaragozana plaza Santa Marta. La cantidad de veces que habré llenado su maletero con bolsas llenas de comida... Pero todo llega a su fin. Un traslado de domicilio al barrio donde tengo colegio y trabajo hacen que sea poco práctico que la siga teniendo. Miro el lado económico. Seguro, itv, ruedas, cambios de aceite... y por ese lado estoy convencida. Pero cuando pienso en la autonomía que me da, el poder ir a ver a una amiga que vive a una hora de mi casa en autobús, el poderme ir al macdonals de plaza cualquier día por la tarde y el valor sentimental que tiene para mí... pues me pongo triste. Sé que tengo total libertad para conducir un bonito 206 gris. La verdad es que es muy chulo, pero no es mi señora Kangú. Como he dicho al principio una nueva etapa finaliza y cuando eso sucede, pasa otra cosa. Y es que empieza otra etapa. Así que disfrutaré de tener el colegio cerca de casa, cerraré los ojos cuando el señor Cierzo acaricie con suavidad mi rostro y miraré en el espejo el tipín que se me va a quedar después de andar todos los días una hora. Además, sé que mi pequeña está en buenas manos. No puedo pedir mas.