domingo, 18 de marzo de 2012

FORMAS DE COMUNICACION

Vivimos en una época en la que la comunicación es lo más importante. No obstante pienso que la que mas utilizamos es la menos fiable, la verbal. Decir "te quiero" es fácil. Puedes decirlo para que la otra persona esté contenta mientras piensas en lo que le harías a tu compañera de trabajo si se dejara. Puedes decir "te odio", mientras te maldices por amar tanto a la persona que tienes delante. O puedes decir que no te pasa nada cuando realmente no quieres hablar con esa persona porque es la culpable de tus problemas.
Una mirada. Con una mirada puedes expresar mucho mas que con cualquier palabra. Te quiero, te odio o estoy triste son cosas que se pueden leer claramente si estamos atentos a la persona que nos mira. Al igual que con las palabras, también puedes mentir pero es mas difícil.
Una caricia, un involuntario roce de manos, o un inocente beso en la mejilla pueden expresar muchas cosas sin necesidad de articular palabra.
Una imagen vale mas que mil palabras. Que gran verdad. Una foto hecha en un momento de despiste, una persona al acecho de ese despiste, una sonrisa sincera cuando la persona que está al otro lado del objetivo te cae bien, una mirada ausente al pensar en otra cosa mientras te hacen la foto... todo eso expresa mucho mas que cualquier palabra.
Giñarle un ojo a la persona que tienes delante, ver su reacción, dar un paso para acercarte mientras observas como actúa... Muchas cosas se pueden ver con la vista. En ocasiones mal interpretamos las reacciones y es necesario hablar para aclarar las cosas.
 Me doy cuenta que siempre acudo al tema romántico, pero todo lo que diga se puede aplicar a muchas cosas. El amor es el sentimiento donde todo y nada se siente a la vez.
Un beso. Hay besos fríos, cálidos, robados, fraternales... ¿Quén no ha besado a una persona cuyo sabor no le agrada? O al contrario, que le agrada mucho. ¿Y las cosquillas en la tripa cuando llevas tiempo esperando ese momento? Un beso dado con sentimiento dice muchas cosas. "Me gustas mucho y no me he atrevido a besarte hasta ahora. Espero que yo a ti también porque de lo contrario estoy metiendo la pata y lo voy a pasar muy mal." Todo eso se puede decir con un beso. O tal vez... "Llevo toda la noche fijándome en ti, si te dejas meter mano te voy a llevar a mi casa y te voy a meter otra cosa hasta el fondo".
Hay otras cosas que dicen mucho en silencio. Una mejilla sonrojada cuando ves a la persona te gusta, la piel de gallina cuando esa persona te roza queriendo o sin querer, una tímida sonrisa cuando te sorprende mirándole... Cuantas palabras no se dice y se entienden sin ser pronunciadas. Supongo que cuando sientes algo tienes que decirlo con el corazón, no con las palabras.
¿Y las lágrimas? No las de cocodrilo, sino las de verdad. Expresan tristeza, dolor, alegría...
Otra cosa que se me ocurre es justo lo contrario al ruido de las palabras, el silencio. La de información que se transmite. Si, no, estoy cómoda a tu lado, no estoy nada agusto...
Y por último y no por ello menos importante... Las palabras escritas. Bueno, mas que ellas, lo que se lee entre líneas. Con una carta, una entrada de blog o un relato se pueden decir muchas cosas. Se puede expresar mucho con pocas palabras y poco con un texto largo. En ambos caso lo mejor no está escrito. Es lo que no se lee, lo que se sabe y se siente. Volvemos a hablar de sentimientos, y no necesariamente de amor, sino de desamor, lucha, enfado... Claro está que para todo lo anterior hace falta otra persona, a la que va dirigida lo que deseamos transmitir.
Tal vez deberíamos hablar menos y sentir mas. Escuchar menos con los oídos y mas con el corazón. Leer mas entre líneas y no centrarnos en la letra escrita. En definitiva, quedarnos con la esencia, porque el resto es envoltorio. Las palabras, las miradas, las caricias... todo eso esconde un sentimiento. Bueno, uno  o varios a la vez. Para todo lo anterior hay que ser capaz de una cosa, de interpretar. Ese gesto, esa sonrisa... no siempre estamos atentos o no nos queremos dar por aludidos. Por eso utilizamos la palabra, porque es el medio mas eficaz para transmitir nuestro mensaje...mas eficaz, pero ¿también el mas fiable.?

jueves, 15 de marzo de 2012

ME OLVIDÉ

En los últimos meses he hecho dos excursiones. Muy diferentes entre sí, pero con un denominador común... bueno dos. Gente desconocida y hermoso paisaje. La primera fue a los Mallos de Riglos. Iba sin mis chicos y con tres mujeres y un hombre que conocí ese mismo día. El camino hasta el pueblo donde iniciamos la caminata fue ameno. Algunos se con conocían entre sí y una de las chicas y yo no conocíamos a nadie. Cuando vi la montaña que tenía que subir no sabía si iba a ser capaz de hacerlo. Nunca había andando montaña arriba excepto una vez... y de eso hace más de 12 años. Cada uno llevaba su ritmo a la hora de subir y se iban turnando para no dejarme sola al final de la fila. Me costó pero llegué... y mereció la pena. El paisaje era precioso, un río cruzaba entre las dos grandes rocas y me sentía como uno de esos grandes buitres que volaban libres. En aquél momento, y escuchando el silencio, me olvidé de todo. Yo era una persona muy pequeña frente a la grandeza que mis ojos veían. Yo no tenía trabajo, ni casa, ni preocupaciones. Me olvidé de todo ello. En ese momento tan sólo existía el paisaje. Cerré los ojos y noté el frescor en las mejillas los abrí y me sentí libre. Respiraba aire puro sin contaminación ni acústica ni olorífica. Tras unos minutos de relax, comenzó la bajada. Después de una animada comida cogimos almendras y volvimos a casa. En el coche la conversación fue animada y cuando bajé del coche volví a recordar todo. Recordé mi trabajo, que tenía que ir a buscar a los pequeños al día siguiente era lunes... y recordé cuando olvidé todo ello.
La otra excursión fue muy diferente. A la nieve y con niños. En esta ocasión iba con dos chicas y un chico junto con dos niñas y un niño. Risas, disfrutar de la nieve, notar el calor del sol en la cara... y de nuevo... el olvido. Subimos una pequeña ladera y en la cima me sentí todo poderosa. Estaba rodeada de un bonito paisaje nevado. En ese momento, que olvidé todo. De nuevo no tenía trabajo ni problemas, tan sólo existían el paisaje y las personas con las que había ido hasta allí. Respiré hondo, llenando mis pulmones de aire limpio, igual que la nieve que pisaba. Y fue en ese momento cuando lo oí, escuché con total claridad el silencio. El día abanzaba y los coches se fueron. Los pequeños descubrieron un iglú y los mayores estábamos en el aparcamiento. Cuando iba acia el coche, después de sorprenderme con el iglú, volví a escucharlo. Se lo dije a mi acompañante. Le comenté que lo que mas me gustaba era que no se oía nada. Su repuesta fue que no se había dado cuenta y me dio la razón. Es lo que mas me gusta de las excursiones, lo que se escucha si sabes escucharlo, ya que el silencio es un ruido que no todo el mundo sabe percibir.
Tengo ganas de volver a no tener trabajo, ni casa, ni problemas. Tengo ganas de volver a olvidar. Quiero volver a hacer alguna excursión para admirar el paisaje, sentirme libre, respirar aire puro, cerrar los ojos y notar el aire limpio en las mejillas. Supongo que esa es la mejor manera de encontrarme conmigo misma, porque después de una caminata no busco el móvil, ni el mando de la tele, ni enciendo el ordenador. Tan sólo busco naturaleza, colores verdes, azules, ocres, para luego cerrar los ojos y almacenarlos en mi mente. Tal vez de esta manera, cuando el extress del día a día me invada pueda cerrar los ojos y volver a recordar qué fue lo que me hizo olvidar.

lunes, 12 de marzo de 2012

ADICCIÓN

Hola Laura:
En primer lugar me presentaré, soy Luis, un hombre de 35 años que lleva cinco siguiendo casi a diario tu blog. Una buena amiga me lo recomendó porque pensaba que me ayudaría. En él hablabas de tu lucha diaria contra una adicción, el alcoholismo y yo estaba a punto de caer en él. Recuerdo que en la primera entrada que publicaste describías los sintómas que yo tenía. Relatabas con total precisión como me sentía por las mañanas o lo feliz que estaba cuando llegaba el fin de semana y podía beber todo lo que quería sin que la gente pensara que soy un bicho raro. A pesar de tus palabras, caí en esa adicción. Leí como intentabas salir, nos contabas a tus lectores anónimos cómo luchabas cada día por seguir los consejos de tu psicóloga, la cual se acabó convirtiendo en tu mejor amiga. Lloré mucho leyendo tus palabras. De alegría cuando conseguías estar un día sin beber y de tristeza cuando pulsabas con una mano el teclado mientras en la otra tenías una copa. Todo esto lo relatabas y aún hoy se me pone la piel de gallina al recordar tus duras palabras. Afortunadamente, todo eso quedó atrás. Conociste a un chico, te enamoraste, y las ganas de ser madre pudieron con tu adicción. Nuestra adicción. No sólo era adicto al alcohol, sino también a tus letras. Con ellas vivía una vida que no era la mía, conseguía olvidarme de los problemas que tenía cuando salía de la habitación en la que vivía. Compartía piso con dos personas mas que apenas conocía. Nunca tuve interés por relacionarme. Estaba muy feliz en mi habitación, con una botella, un viejo monitor y un teclado con varias teclas rotas. Como iba diciendo, conseguiste salir del infierno en que yo estaba metido. Una vez superado, el doctor te dijo que tu deseo de ser madre no se iba a cumplir. Tenías una deformidad en el útero que hacía imposible que allí se gestara cualquier vida. Te afectó... y mucho. A punto estuviste en varias ocasiones de coger de nuevo la botella para olvidar lo desgraciada que era tu vida. No obstante, fuiste fuerte. Continuaste tu camino que te llevó a la separación. Tu marido quería ser padre y tu no se lo podías dar así que decidiste dejar la relación. Lo hiciste porque le amabas y querías que se realizara como hombre, cosa que tu no pudiste hacer como mujer. Fueron varios meses los que estuviste sin escribir nada nuevo. Ese tiempo lo aproveché para releer cada entrada y luchar contra la adicción que amenazaba con matarme. El médico ya me advirtió en alguna ocasión que no iba a durar mucho si seguía por camino que llevaba. Así que me puse manos a la obra y puedo decir orgulloso que llevo seis meses sin beber ni una gota. Sigo siendo alcohólico, porque nunca podré beber ni una copa de vino, pero la botella ya no es mi fiel compañera. Hace dos meses has vuelto a escribir en tu blog. Nos has contado que ya está todo superado y que te sientes orgullosa de ser quien eres. Tienes la autoestima por las nubes y quieres que todo el mundo lo sepa. Tu ex-marido está ahora con una amiga tuya, que va a ser mamá en los próximos meses y no puedes ser mas feliz. Te sientes orgullosa de lo que has conseguido. Das las gracias al blog, dices que te ha ayudado a superar tu adicción pero no estoy deacuerdo. Tienes que darte las gracias a ti misma, ya que has sido la que ha salido adelante con tan sólo la ayuda de una psicólga.
Bueno, creo que ya va siendo hora de decirte lo que llevo media hora intentando. Te quiero. Gracias a tus letras conozco cada virtud y cada defecto de la persona que las escribe. Me gustaría poder quedar contigo, tomar tan sólo un café, conocernos y darte las gracias por convertirme en la persona que soy hoy. Un hombre cuya única adicción, son tus letras.

DOMINGO, UN DÍA INOLVIDABLE

Con un beso de buenas noches doy por finalizado este bonito domingo. El sonido rítmico de la lavadora me recuerda las aventuras vividas. El madrugón, el paseo por la ciudad buscando como llegar a los números pares de una calle... Todo empezó el día en el que decidí apuntarme a una excursión. Era en domingo y los peques iban a pasar el día conmigo. Consulté con los reyes de la casa la posibilidad de ir a la nieve y su respuesta no pudo ser mas efusiva. No había duda, todos queríamos ir a la nieve. La idea de conocer mas mamás y otros peques me atraía mucho, a pesar de que mi lado tímido insistía en que no iba a hablar mucho. Decidí no hacerle caso y confirmé mi asistencia. Tan sólo conocía a una de las personas apuntadas. El día en el que me la presentaron tuve una impresión muy positiva. Persona alegre, extrovertida... Si iba ella no me lo podía pasar mal. Los días avanzaban con gran lentitud y parecía que el domingo no quería hacer acto de presencia. Finalmente, y a las siete de la mañana, una alarma en el móvil me dice que ya es hora de hacer un viaje para pasar frío, echar unas risas y dejar atrás algún que otro miedo... La ilusión con la que se han despertado los peques era contagiosa y he salido de casa con una sonrisa y muchas ganas de conocer a la gente que había apuntada. Era la encargada de ir a buscar a una de las chicas y a su peque. Con el gps del móvil supuse que no tendría problema por encontrar la calle, lo que no contaba era con el mensaje de "Conexión perdida", que venía a decir "¿Sabes llegar a tu destino desde esta calle que no conoces? Pues te las apañas porque el satélite de turno se ha perdido y no tiene ni idea de donde te has metido" Confié en mi intuición, porque sentido de la orientación no tengo, y llegué a la calle señalada. Tan sólo había un pequeño detalle, estaba en los números impares y tenía que ir a los pares. Lo que parecía una tarea sencilla acabó con una llamada pidiendo a mi compañera de viaje que se cambiara de acera porque no sabía como llegar a los números pares de su calle. Ya con dos ocupantes mas en el vehículo ibamos de camino al punto de encuentro. Afortunadamente había pasado en varias ocasiones por esa carretera y no tuve problema para llegar a la gasolinera. Una vez allí, saludé a la chica que me presentaron meses antes en un bar de copas y al otro integrante de la excursión, un papá que se había atrevido a venir con tres mamás. Ya en el coche, y de camino a Francia, me enfrenté a unos de mis miedos. La carretera. Eso de poner el coche a 120 km/h me da un poco de respeto, no estoy acostumbrada a ello pero sabía que podía hacerlo, como así ha sido. Rato después una parada técnica para el pis de rigor, unas galletas, un café y las primeras fotos. Tras comprar el pan, volvemos a la carretera. Las frases de "¿falta mucho?" y "no se ve nieve" llegan al poco de reanudar la marcha. Casi sin darnos cuenta mi hijo mayor me mira con ojos suplicantes. ¿Puedo tocar la nieve?. Hace tan sólo un minuto que hemos aparcado el coche y se muere de ganas por tocarla. Ya con las manos frías accede de buena gana a ponerse los pantalones prestados. Vestidos todos con nuestras mejores galas caminamos hacia una cuesta donde nos lanzamos con el trineo que trae el conductor del coche al que he seguido durante el trayecto. Yo sólo me he tirado tres veces. Una sóla y otra con cada uno de mis dos pequeños. Como experiencia, bien, pero si tengo que elegir entre ir a 120 km/h con el vehículo o a 5 km/h con el plástico rojo... Me quedo con la seguridad del volante. Risas, culetazos, árboles que miran a los intrépidos "trineteros" con miedo... La diversión está asegurada.Entre todos hacemos un original muñeco de nieve con nariz de zanahoria y bufanda. Mas fotos y guerra de bolas de nieve. Mi hijo mayor se alía con el papá y entre los dos consiguen que la nieve me entre hasta... Bueno, ya me entendeis. A una de las pequeñas se le ocurre la idea de subir hasta una casa situada en lo alto de una pendiente blanca. Con mas o menos entusiasmo por parte del resto del grupo accedemos a subir hasta allí. Mas culetazos, bolas de nieve volando y mi hijo pequeño, que es de Zaragoza capital, llevando el pesado trineo montaña arriba. Aprovecho el ascenso para recordar los integrantes de la aventura. Una mamá que conozco, que va con su pequeña. La mamá a la que le pedí que se cambiara de acera y su pequeño. El papá atrevido con su niña y una servidora con dos chicos. Dos niñas y tres niños frente a tres adultos... nos ganan por mayoría. Tras subir con mayor o menor dificultad la cuesta, llegamos a la parte de arriba. Aquí el grupo se divide. Yo me quedo con una mamá disfrutando del sol mientras vemos la frontera con España, a tiempo que el resto se va a seguir escalando otra montaña mas alta. Minutos después dos abrigos rojos nos saludan desde lo alto de la citada montaña. Han llegado hasta allí una mamá y mi hijo pequeño. Les admiro, yo no habría podido. Nunca me ha había planteado la dificultad que supone andar por la nieve, sobretodo cuando te hundes sin previo aviso. Reunido ya el grupo el hambre hace acto de presencia. Acercamos los coches y las risas continúan. He de confensar que soy torpe y en varias ocasiones estoy a punto de acabar bajo el coche. Estaba aparcado de culo justo después de una pequeña cuesta nevada. Yo intentaba sentarme en la nieve para disfrutar del bocata de pavo y chorizo. Sentarme era mas o menos fácil pero cuando me despistaba la nieve se convertía en hielo y yo resbalaba acia los bajos del coche. Está mal que yo lo diga, pero siempre he dicho que mi hijo mayor es como yo, y lo ha demostrado metíendose debajo del coche. Literalmente. Afortunadamente no había ningún cable suelto y el papá se ha quedado mas tranquilo tras la involuntaria comprobación del pequeño. No nos hemos privado de nada. Toda clase de embutido, pan de pueblo, chucherías, huesitos, hasta resfresco bien fresquito. Con la tripa llena, nueva guerra de bolas. Un rato de sobre mesa, bueno, sobre nieve mientras los pequeños disfrutan y se ponen o no deacuerdo en el uso del trineo. Mas fotos y una de las pequeñas viene a por comida. Estábamos las mamás hablando y viene a por cuatro sugus y botellas de agua. Nos pide ayuda y cuando me acerco medio patinando, dice que hay un iglú. Efectivamente, han construído un iglú en el que cabe una persona adulta de pie. Rato después el reloj nos indica que es hora de volver a casa. Ya no queda ningún coche en el parking y las caras de cansancio de grandes y pequeños son evidentes. Nos ponemos ropa "normal" y tras una parada técnica llegamos a casa. Este ha sido mi día de hoy.

REENCUENTRO

Hoy la foto del perro que cada día saluda es de uno con nieve en el morro y bajo sus patas. La verdad es que no puede ser mas acertada en este bonito día. Me he ido de excursión a la nieve con los chicos y me he divertido y reído como hace mucho que no lo hacía. Pero no quiero hablar de ello, quiero escribir sobre un reencuentro. Hace unos meses, por casualidad, descubrí un blog. Las letras me engancharon y leí varias entradas. Recuerdo que sentí. El autor conseguía transmitir su idea, emocionar. Pasó el tiempo y me olvidé del blog, no lo seguí. De hecho si alguien me hubiera preguntado de quien era no habría sabido que responder. Recordaba la imagen de portada pero no el autor. Es curioso como puedes recordar un sentimiento pero no a la persona que te hace sentirlo. Hoy, de nuevo por casualidad, me he reencontrado con esas letras. Había publicada una nueva entrada y me ha dejado impresionada. Si tengo ocasión daré la enhorabuena en persona al autor de esas letras que me han conseguido emocionar. He sentido que yo iba en ese coche, escenario de la entrada, escuchando esa música y llegando a la gasolinera... Quiero escribir así, quiero llegar al punto de emocionar con tan sólo unas frases, quiero ser capaz de transmitir esa sinceridad, quiero que el lector sea el que viva la historia que cuento. Hoy estoy feliz. El viaje a la nieve de la entrada que va después de esta, me ha sentado mejor de lo que esperaba. He cargado las pilas, he oído el silencio, he visto un bonito paisaje blanco y al llegar a casa me reencuentro con unas letras cuaya existencia había olvidado. No se puede pedir más para este bonito domingo.