jueves, 15 de marzo de 2012

ME OLVIDÉ

En los últimos meses he hecho dos excursiones. Muy diferentes entre sí, pero con un denominador común... bueno dos. Gente desconocida y hermoso paisaje. La primera fue a los Mallos de Riglos. Iba sin mis chicos y con tres mujeres y un hombre que conocí ese mismo día. El camino hasta el pueblo donde iniciamos la caminata fue ameno. Algunos se con conocían entre sí y una de las chicas y yo no conocíamos a nadie. Cuando vi la montaña que tenía que subir no sabía si iba a ser capaz de hacerlo. Nunca había andando montaña arriba excepto una vez... y de eso hace más de 12 años. Cada uno llevaba su ritmo a la hora de subir y se iban turnando para no dejarme sola al final de la fila. Me costó pero llegué... y mereció la pena. El paisaje era precioso, un río cruzaba entre las dos grandes rocas y me sentía como uno de esos grandes buitres que volaban libres. En aquél momento, y escuchando el silencio, me olvidé de todo. Yo era una persona muy pequeña frente a la grandeza que mis ojos veían. Yo no tenía trabajo, ni casa, ni preocupaciones. Me olvidé de todo ello. En ese momento tan sólo existía el paisaje. Cerré los ojos y noté el frescor en las mejillas los abrí y me sentí libre. Respiraba aire puro sin contaminación ni acústica ni olorífica. Tras unos minutos de relax, comenzó la bajada. Después de una animada comida cogimos almendras y volvimos a casa. En el coche la conversación fue animada y cuando bajé del coche volví a recordar todo. Recordé mi trabajo, que tenía que ir a buscar a los pequeños al día siguiente era lunes... y recordé cuando olvidé todo ello.
La otra excursión fue muy diferente. A la nieve y con niños. En esta ocasión iba con dos chicas y un chico junto con dos niñas y un niño. Risas, disfrutar de la nieve, notar el calor del sol en la cara... y de nuevo... el olvido. Subimos una pequeña ladera y en la cima me sentí todo poderosa. Estaba rodeada de un bonito paisaje nevado. En ese momento, que olvidé todo. De nuevo no tenía trabajo ni problemas, tan sólo existían el paisaje y las personas con las que había ido hasta allí. Respiré hondo, llenando mis pulmones de aire limpio, igual que la nieve que pisaba. Y fue en ese momento cuando lo oí, escuché con total claridad el silencio. El día abanzaba y los coches se fueron. Los pequeños descubrieron un iglú y los mayores estábamos en el aparcamiento. Cuando iba acia el coche, después de sorprenderme con el iglú, volví a escucharlo. Se lo dije a mi acompañante. Le comenté que lo que mas me gustaba era que no se oía nada. Su repuesta fue que no se había dado cuenta y me dio la razón. Es lo que mas me gusta de las excursiones, lo que se escucha si sabes escucharlo, ya que el silencio es un ruido que no todo el mundo sabe percibir.
Tengo ganas de volver a no tener trabajo, ni casa, ni problemas. Tengo ganas de volver a olvidar. Quiero volver a hacer alguna excursión para admirar el paisaje, sentirme libre, respirar aire puro, cerrar los ojos y notar el aire limpio en las mejillas. Supongo que esa es la mejor manera de encontrarme conmigo misma, porque después de una caminata no busco el móvil, ni el mando de la tele, ni enciendo el ordenador. Tan sólo busco naturaleza, colores verdes, azules, ocres, para luego cerrar los ojos y almacenarlos en mi mente. Tal vez de esta manera, cuando el extress del día a día me invada pueda cerrar los ojos y volver a recordar qué fue lo que me hizo olvidar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario