jueves, 3 de noviembre de 2016

LA INSPIRACIÓN MANDA

Relato que va sobre esos minutos previos a sacar fuera algo que un escritor lleva dentro.  


   Una página en blanco. Mi bolígrafo favorito en la mano. Y la mente hace juego con la hoja de papel. ¿Dónde están todas esas ideas que tenía justo antes de llegar a casa? He comprado la mitad de cosas porque estaba centrada en una chica que se perdía en un bosque de noche. A la vez, un perro aprendía a hablar y era la atracción principal de un circo. Al coger una botella de aceite lo he visto con claridad. Una aldeana era famosa en el lugar por sus tartas que tenían un misterioso ingrediente. Gracias, Doña Inspiración. He conseguido recordar varias historias. Pero... ¿Por donde empiezo?

   "Había una vez una inocente niña..." No. Poco original. "Toby era el nombre de un bonito perro" Así no voy bien, no engancha desde la primera palabra. "La señora Clarisa hacía unas tartas" No me convence, nadie sabe quién es la buena mujer.

   El reto de la página en blanco es algo a lo que todos los escritores nos enfrentamos cada vez que cogemos un bolígrafo o encendemos la pantalla del ordenador. Es maravilloso poder crear algo de la nada. Ser capaz de llenar con letras un espacio en blanco. No parece muy difícil, porque escribir todo el mundo sabe. Lo realmente complicado es ser capaz de transmitir algo, de hacer sentir algo real a una persona que lee nuestra fantasía. Y cuando lo consigues. Cuando una sola persona te dice que le ha gustado, es cuando tus letras te hacen sentir. En ese momento cobran vida y no es sólo un papel manuscrito.

   Me gustaría seguir divagando sobre las emociones y sentimientos que me invaden a la hora de escribir, pero debo dejarlo aquí. Doña Inspiración me ha susurrado al oído que la señora Clarisa se ha encontrado con una niña que va en compañía de un perro llamado Toby.

LA VIDA

Una rallada más en la que reflexiono sobre lo que es para mí la vida...

   Necesito escribir... y te ha tocado a ti leerlo...

   La vida. ¿Qué es la vida? Es lo que sucede desde que nuestra madre nos da ese regalo hasta que el hombre de la guadaña viene a por nosotros. No sabemos cuando va a venir para reclamar ese regalo, así que debemos disfrutar al máximo. Disfrutar ¿Cómo? Viviendo. Pero viviendo el hoy, no el ayer. Porque nuestro camino no nos lleva hacia el útero materno, sino que nos conduce a una cita que en ningún momento nos viene bien tener. Qué bonita es la teoría, qué fácil es escribir palabras con un sentido tal vez diferente al que tenga para ti.

   Mi objetivo con estas letras es hacernos ver a ti y a mí que el pasado no existe, que tal vez ni siquiera exista el futuro, pero tenemos la obligación de vivir cada momento, tenemos que hacer aprecio a ese regalo que nos dio nuestra madre hace ya unos años.

   Da igual los palos que nos de la vida, los errores que cometamos, las lágrimas que otras personas han derramado por nosotros... todo eso, toda esa mierda, da igual. Porque por encima de todo eso, tenemos un corazón que a día de hoy late y lo hace con tanta fuerza como ayer. Y eso es lo importante, lo realmente importante. Porque significa que conservamos el regalo.

   ¿Cómo podemos agradecerlo? Siendo felices. No se me ocurre otra forma. Cuando nos regalan algo material que nos gusta, damos las gracias con una sonrisa. Y la persona que nos entrega el paquete se siente bien. No sé... tal vez debemos hacer lo mismo con la vida. Es nuestro regalo más valioso. ¿Vamos a llorar y a lamentarnos por los errores cometidos? No. Rotundamente no. Porque eso es pasado, un pasado que no podemos cambiar y volver a él una y otra vez sólo nos puede hacer sentirnos peor. Y la vida es muy corta para desaprovecharla con lágrimas.

   No tiene sentido pasarlo mal por un error. ¿Cuando haces por primera vez macarrones y no te salen bien lloras? ¿Por qué lo hacemos cuando metemos la pata? ¿Por qué nos exigimos hacerlo todo bien a la primera? Si nadie nos ha enseñado a vivir. Si lo más normal es que nos equivoquemos cuando metemos las pilas por primera vez en ese coche teledirigido que nos acaban de regalar. Y no por eso se hunde el mundo. Lo que hacemos es sacar las pilas y volverlas a meter y tal vez a la segunda tampoco funcione el coche porque no le hemos dado al botón de "on". Entonces, cuando le damos, funciona. Es fácil leer el manual de nuestro coche. Pero.... ¿Y si no viniera con instrucciones? Nos pasaríamos horas y horas dándole vueltas al juguete intentando adivinar qué es lo que no funciona, qué es lo que estamos haciendo mal, nos preguntaríamos porque si hacemos todo bien el coche no funciona. Y tal vez en ese momento alguien nos diga que no funciona porque tiene un fallo de fábrica. Y por muchas vueltas que le demos, no vamos a conseguir que se mueva.

   Vamos a aplicar ese ejemplo a todo. A las relaciones de pareja, amistad, vecindad... a la vida misma. Cuando estamos ante un problema del que no tenemos la solución lo miramos desde todos los lados posibles, nos preguntamos qué estamos haciendo mal, sentimos impotencia porque no sabemos qué es eso que no funciona. No tenemos a nadie que nos diga que la vida está defectuosa, que nuestra relación de pareja o de amistad tiene un fallo de fábrica y que por más que hagamos no va a funcionar. Hay veces en las que, si nos alejamos del problema, lo vemos con más claridad e incluso llegamos a dar con la solución. Otras veces el problema se resuelve solo.

   No sé seguir. Quiero darle un enfoque final positivo, pero no se me ocurren las palabras. Lo único que tengo claro es que quiero VIVIR, cometer errores y pagar por ellos si es necesario, pero aceptar que los voy a volveré a cometer, que una y otra vez voy a hacer daño a las personas que quiero, de la misma manera que me lo van a hacer a mí. Y no pasa nada, porque de tristeza no se muere. Y que una sonrisa, aunque sea falsa, es el mejor agradecimiento que le puedo hacer a la persona que un día me dio la vida.

¿QUIERE UNAS TIRITAS?

Relato en el que nuestra protagonista pide algo un tanto difícil de encontrar fácilmente.

   -Buenas tardes.

   -Buenas tardes. ¿Qué desea?

   -Un muro, muy alto y resistente. Es para mi corazón, así que debe ser fuerte. No tengo un corazón débil y quiero protegerle. Entre usted y yo, ahora que no nos oye... tiene una facilidad desquiciante para ver la bondad en las personas y ya me tiene cansada.

   -De acuerdo. ¿Nombre?

   -María Martínez.

   El dependiente entra en la trastienda y al cabo de unos minutos sale con las manos vacías.

   -Lo siento, María. No tenemos ese artículo disponible para usted.

   -Pero... ¿Esta no es la tienda de artículos para corazones heridos?

   -Así es. Pero para su corazón sólo tengo un par de tiritas, de esas que se van cuando el agua o el sudor las moja un poco.

   -No puede ser. Hice el encargo, personalmente, la última vez que prometí no volverme a enamorar. En aquélla ocasión se me olvidó recoger el artículo y vengo ahora a por él.

   El dependiente busca en el ordenador.

   -Aquí está la reserva, pero desde la central, rechazaron el pedido. ¿Quiere las tiritas?

   -¡No! Eso no sirve para nada.

   -Me complace ver que empezamos a hablar el mismo idioma. María, su corazón es demasiado fuerte y no se le puede encerrar. Cualquier muro que intente ponerle, lo destruiría. Porque todo muro tiene un punto débil y su corazón además de fuerte, es muy listo. Y no va a dejar de sentir por mucho que usted se empeñe en ello.

   -Pero no quiero que le hagan daño, quiero protegerle.

   -Sinceramente, ¿Considera que su corazón necesita protección? Los muros son para los corazones débiles y el suyo no lo es.

   María mira al dependiente. La ha dejado sin palabras.

   -Gracias.

   -A usted por su visita. Vuelva cuando quiera las tiritas.

LOS FANTASMAS DE LAURA


Relato que nos habla de lo que siente una chica cualquiera al llegar a casa por la noche.


   Laura entra en casa. Con mucho cuidado cierra la puerta. No quiere hacer nada de ruido. Deja las llaves encima de la tele.

-Hola, guapa. Ya era hora que llegaras. -Dice una voz a su espalda. -Bueno, no pasa nada, ahora ya estás aquí.

   -Perdona, no tengo tiempo para hablar contigo. Tengo que hacerme la cena y poner una lavadora.

   -¿Tantas cosas? Mejor no lo hagas, ya es tarde. -Dice una segunda voz.

   -El fantasma de la pereza tiene razón, ven siéntate en tu sofá. Sola.-Contesta la primera voz.

   Laura respira hondo. Empieza la lucha diaria. En esta ocasión los fantasmas de la soledad y la pereza han sido los primeros en aparecer. No se va a rendir, va a plantarles cara. Sin decir nada, camina hasta la cocina y enciende un fuego de la vitrocerámica.

   -Es tarde, seguro que estás cansada, deja eso. Siéntate en el sofá y habla con el fantasma de la soledad, hazle caso. Seguro que tiene muchas cosas que decirte.

   Ella le ignora. Está decidida. No es un fantasma fuerte y sabe que podrá con él. Además, tiene hambre y en la lavadora no cabe ni un calcetín, así que mientras la carne se fríe, pone el programa corto. Ve como el fantasma se aleja. Le promete volver cuando el centrifugado acabe.

   -Dos filetes de carne. Claro, para que vas a cocinar más, total, para ti. Qué pena ¿No? Cenar sola. -Laura le ignora a tiempo que escucha cómo se acerca otro fantasma.

   -¿Recuerdas hace unos meses? Entonces no cocinabas sólo para ti. También lo hacías para Carlos. Qué bonito era. Hacer su cena favorita y esperar a que cerrara la tienda para comer juntos. Entonces eras feliz. Igual que cuando llegabas a casa y tenías la compra hecha. Ahora la tienes que hacer tú, porque él ya no está. El muy cabrón te dejó por otra. Tu compañera de trabajo, a la que acogiste en esta misma casa cuando lo dejó con el novio. ¿Lo recuerdas? Si, claro que lo recuerdas, esas cosas no se olvidan.

   -Y si en algún momento lo olvido, ya me lo recuerdas tú ¿Verdad fantasma del pasado? Vete a la mierda y déjame cenar tranquila. -Laura empieza a perder los nervios.

   -Hazle caso, quiere estar sola. Cenar sola. Pensar sola. ¿Qué haces? Ya veo, pones la televisión para intentar alejarme, pero no lo vas a conseguir. Porque vas a ver la tele sola.

   -Sin nadie que te abrace como lo hacía Carlos. Especialmente cuando veíais una película de terror. ¿Lo recuerdas? Esas noches hacíais el amor hasta que te dormías agotada. Qué bonito era. No cambies de canal, deja esa serie. Era vuestra serie favorita. La empezaste a ver por él, porque te dijo que le gustaba mucho. Tu al principio no le encontrabas sentido, pero ahora tienes curiosidad. ¿Por qué cambias? Si ya sabes que no echan nada a estas horas.

   El teléfono móvil de Laura suena con un mensaje. Es su amigo Pedro, con el que ha quedado por la tarde. Le pregunta si ha llegado bien a casa. Le contesta entre lágrimas y agradece que no pueda ver su cara en ese momento. El fantasma de los recuerdos se aleja con una sonrisa de oreja a oreja. Ha conseguido lo que quería, la ha hecho llorar. Así le gusta verla, sufriendo, porque de esa manera no tendrá que buscar otra persona a la que atormentar.

   -Pero... ¿Qué haces? Deja el móvil. ¿Con quien hablas? Así no puedes estar sola.

   -Hablo con un buen amigo, una persona que me está ayudando mucho en estos momentos en los que tú y los demás os empeñáis en amargarme la existencia. No te necesito para nada, puedes irte. Adiós.

   -De eso nada, monada. Yo me quedo aquí, viendo cómo lavas el plato de la cena sola. Porque aunque hables con tu amigo, él no está aquí. Esta habitación la compartimos tú y yo... y el resto de fantasmas. Mira, ya viene el de la tristeza, te ha visto llorar y se ha puesto contento.

   -Que asco de vida tienes. Un trabajo en el que nadie te valora, una familia a la que apenas ves a causa de la distancia, un ex novio que ahora estará por ahí follándose a tu vieja amiga, esa zorra a la que tienes   que ver todos los días. ¿Y qué me dices  tu sueldo? Apenas te da para pasar el mes. Era mucho mejor antes, cuando compartías gastos. Y eso por no hablar de las amistades, que mas de una te ha dado la espalda cuando le has dicho que estabas triste. Y el casero, que te quiere subir el alquiler. Tu vida es una mierda.

   Laura hace todo lo posible por no escuchar la voz de la tristeza. Decide llamar a su amigo, sabe que de esa manera se irán todos los fantasmas.

   -¿Qué te pasa pequeña? ¿Por qué lloras?

   Ella se lo cuenta todo. Le habla de sus fantasmas y de lo que le cuesta cada día enfrentarse a ellos. Le cuenta su victoria contra el de la pereza y su derrota contra el de los recuerdos. Él intenta animarla, le hace ver lo fuerte que es, le dice que no debe estar triste porque Carlos se haya ido sino todo lo contrario. En la distancia, consigue que abra los ojos y vea todo lo positivo que tiene a su alrededor. Ella se resiste, no está del todo convencida. Añora la vida que tenía antes, en la que estaba su ex y no estaban los fantasmas. Con gran esfuerzo, Pedro consigue que vea que ese no era el camino a la felicidad, porque sólo era humo. Y le dice que cuando consiga vencer a todos los fantasmas, será mucho más fuerte y feliz. Al fin y al cabo, si ha podido con uno, podrá con todos. Sus palabras están llenas de un optimismo que consigue transmitir a través del hilo telefónico.

   Laura ya está en la cama. Después de colgar el teléfono vio al fantasma de la pereza que se esfumó en el momento que ella empezó a tender la lavadora. Del resto de fantasmas no había ni rastro porque sus lágrimas habían dado paso a una gran sonrisa. El sueño hace que el libro que tiene entre las manos caiga al suelo al quedarse profundamente dormida. No es consciente, pero ha vencido otra batalla y mañana le costará un poquito menos.

FRÍO Y CALOR

Entrada que va sobre los sentimientos que nos pueden invadir cualquier día.


   Hoy hace frío. Pero no de ese que dice el hombre del tiempo que van a bajar las temperaturas. Sino del que sientes por dentro. Frío de tristeza e incluso miedo. De no saber cómo levantarte de la cama cada día. De sentir que no puedes afrontar los problemas, superar las zancadillas que te pone la vida cada día. Frío del que nace dentro, no del que viene desde fuera. Es peor que uno de esos días de cierzo sin fin en los que el aire huracanado te hace retroceder unos pasos al volver una esquina.


   A la vez hace calor. Pero no ese calor del sol en las horas del medio día o esa sensación abrasadora de los meses más calurosos. Esa sensación que te golpea cuando sales de un sitio con aire acondicionado y te enfrentas a 35 grados a la sombra. No es de ese calor que hace temblar la tensión de las personas hipotensas. Es un sentimiento. Es lo que te transmite una persona cuando te abraza y a la vez es lo que te ayuda a salir adelante. Es un calor que nace de dentro, de lo más profundo. Necesitamos ese calor para poder caminar cada día. Una palabra de aliento, una palmada en la espalda, un sueño por cumplir, un objetivo al que llegar.


   Calor y frío. Frío y calor. Dos sensaciones, dos sentimientos opuestos pero necesarios para mantener con vida a una persona. No eres nadie si sólo sientes frío, tristeza, miedo. Y tampoco puedes sentir ganas de luchar, de cumplir tus sueños, de recorrer el camino si no tienes un reto que superar. Lo importante es el equilibrio. Aceptar el frío y abrigarte. Notar el calor y disfrutar de su sensación. Una sábana helada una noche de invierno y un suelo congelado por la mañana no debe detener nuestras ganas de soñar ni de levantarnos.