miércoles, 30 de junio de 2021

MI PRIMERA MEJOR AMIGA

 Entrada dedicada a una persona que alegró mi infancia.


   Hoy quiero escribir sobre una persona que marcó mi niñez. Me enseñó el significado de la palabra amistad. A su lado viví momentos que, 32 años después,  recuerdo con ternura. Vamos a montarnos en la máquina del tiempo y haremos un pequeño viaje por los mejores momentos de una dura infancia. La mía, la nuestra.

   Éramos unas niñas cuando nos conocimos. Pero nuestras miradas ya reflejaban el dolor que sentíamos. Vivíamos en un colegio internas. Y las monjas eran nuestras madres y padres de lunes a viernes.

   El primer recuerdo que me viene a la mente,  fue una fiesta de cumpleaños muy especial. Creo recordar que era el suyo. Hacía horas que debíamos estar durmiendo, pero en lugar de ello,  estábamos sentadas en el suelo. Con tres caramelos cada una. Ella, su hermana, otra amiga y una servidora. Un total de 12 caramelos y 4 vasos de agua eran los componentes de la fiesta de cumpleaños más... no sé cómo definirla. Tierna, dulce, emotiva... tal vez una mezcla de las tres. Hasta ahí llega mi recuerdo. El sentimiento uno, felicidad.

   Otro recuerdo fue una noche en la que me despertó de madrugada. Había vomitado y tras intentar despertarnos a varias y no obtener respuesta, se sentó en la cama llorando. Algo le dijo que si volvía a intentar despertarme, yo le ayudaría. Y así fue. Juntas cambiamos las sábanas. De nuevo, me sentí feliz por haber podido ayudarla.


   El últimos recuerdo que tengo fue un juego que ella hizo. Dibujó en un papel tres corazones al lado del nombre de cada una de sus amigas. Cuando se enfadaba con una de nosotras, tachaba uno de ellos. Y cuando tachara los tres, dejaría de ser su amiga. Pasaron las semanas y tachó los tres corazones que seguían a mi nombre. Y a pesar de ello, seguimos siendo amigas. Es un recuerdo muy especial, porque refleja lo que es la amistad de verdad.


   Dos años después de todo aquello, me fui del colegio. El destino nos hizo vecinas, ella vivía con su hermana en el portal de enfrente. Pero nunca nos encontramos. Tuvieron que pasar 20 años para que nos fundiéramos de nuevo en un abrazo. La encontré gracias a las redes sociales. Y tras unos emails, vimos cumplido nuestro sueño de reencontrarnos. Fue cerca de donde estuvimos "compartiendo piso" y la emoción compartía protagonismo con la alegría. Hablamos durante horas y nos dimos cuenta que la vida nos había tratado... no tan bien como nos habría gustado. Pero allí estábamos,  con una sonrisa de oreja a oreja, convertidas en dos mujeres con un montón de sueños por cumplir.


   Un año después de aquel julio del 2009, volvimos a quedar con otra amiga. Compartimos recuerdos, risas y comimos ensalada de pasta con remolacha. Qué curiosa la mente, no recuerdo lo que comí ayer y sí lo la receta de mi amiga de hace 11 años.


   No he vuelto a saber nada de ella. Nuestras vidas eran muy diferentes y el destino, ese en el que ambas creemos, no nos ha vuelto a unir.

   Hoy he soñado con ella. Nos encontrábamos y yo no quería que se fuera. Luego ella tenía problemas y yo le ayudaba a solucionarlos. La alarma del despertador me ha sacado del mundo de los sueños para obligarme a trabajar.


   Y hasta aquí, mi paseo por el pasado. Un pasado que me susurra al oído que la verdadera amistad, nunca muere.


   Querida amiga, si algún día llegas a leer esto,  sólo quiero decirte que deseo de corazón que todos tus sueños se hayan cumplido y que ojalá la vida te haya dado toda esa felicidad que la infancia te robó.


   Gracias por leer mis letras.  ¿Y tú? ¿Recuerdas con cariño a alguna persona  con la que celebraste tu noveno cumpleaños? Te animo a compartirlo en los comentarios.




viernes, 25 de junio de 2021

ADICCIONES

 

Entrada en la que hablo de algunas adicciones. 



   Que caprichoso es el ser humano, que teniéndolo todo, no es suficiente. El que tiene mucho dinero quiere más, llegando incluso a delinquir para conseguirlo. El que tiene un buen puesto quiere ascender aunque fuera del trabajo no tenga nada más. El que es feliz quiere serlo aún más a pesar de que esa lucha constante le genere infelicidad. 


   Todos somos adictos a una u otra cosa. Algunos al alcohol o las drogas, otros a la limpieza o a coger cosas de la basura.  También están los adictos al móvil o la consola. La comida, es otra adicción. Y luego están los adictos a los sentimientos.  No sé si es la palabra más adecuada, pero encaja en la definición. 


   La felicidad y la tristeza son los sentimientos que más adicción generan, igual que el amor. Hay personas que nunca llegan a ser felices. Tal vez porque nunca nadie les ha enseñado a serlo. Lo tienen todo y aún así no es suficiente. Trabajo, amigos, pareja, familia... aunque tengan todo eso no están conformes y luchan por mejorar a las personas de su entorno. En vez de mirarse al espejo y analizar qué es lo que no funciona. Porque algo no está bien cuando todo no es suficiente. 


   La tristeza hace que su entorno esté pendiente de ellas. Y siempre hay un motivo u otro para llorar. El pasado, el presente o el incierto futuro. La gente les apoya, les da consejos, empatiza y confirma su sospecha de que tienen razón para no querer sonreír. 


   El amor. En esta ocasión me refiero al amor de pareja. Otra adicción. El miedo a estar sólo, a peinar canas sin una persona al lado, ir al cine, a una boda o de vacaciones sin compañía. Eso hace que vayan detrás de la primera persona que les hace sonreír y les promete permanecer a su lado. Les da seguridad, aunque en el fondo sepan que ese sentimiento tiene fecha de caducidad. 


   Todo lo anterior nos ayuda a vivir. Nos hace tener un motivo por el que luchar y levantarnos cada día. Y aunque alguna vez miremos a nuestra adicción a los ojos, es más fácil hacer como que no la hemos visto y seguir nuestro camino. Tal vez la cambiemos por otra o simplemente acumulemos adicciones como si padeciéramos el síndrome de diógenes. 


   ¿Y tú? ¿Tienes alguna adicción? ¿Tal vez mis letras? Gracias por leerme.