viernes, 8 de octubre de 2010

EN REALIDAD... SOY FELIZ

No recuerdo cual fue la primera tarde que estuve sola en casa. Mi madre falleció cuando era tan sólo una cría y mi padre trabajaba de noche. Por las tardes él dormía, y como ya he dicho en alguna entrada, cadena díal y los libros y relatos que yo escribía eran mis fieles amigos. Entonces no me sentía sola. Era feliz. No estaba con mis amigas, pero la compañía de un ser de cuatro patas, pelo blanco y rizado lo era todo para mí. Ahora... admiro a esa pequeña. Acabo de destender la ropa y reflexionaba sobre Doña Soledad. Ella, realmente, no es una enemiga, tal y como me empeño en ver, sino una sensación que te ayuda a ponerte a prueba. Por ejemplo, yo ahora. Tengo dos opciones, distraerme y olvidarme que la casa está en silencio o tumbarme en la cama y llorar. Llorar por el amor perdido, por el agobio de la semana, porque me siento sola... Cuando lloro, los motivos salen solos y se multiplican sin ayuda. Lo cierto es que ni yo misma sé donde quiero llegar, bueno, en realidad sí. Quiero verle la cara amable a este sentimiento que me trae de cabeza. No puede ser que admire a la niña que era hace veinte años. Antes soñaba con mi príncipe azul, con el primer beso, con salir algún día del piso donde vivía. Todo eso lo he conseguido. He creído encontrar al príncipe, que aunque no lo haya encontrado todavía, he vivido situaciones muy bonitas. El primer beso fue especial, y ya he vivido en ¡cuatro casas diferentes!. Si la pequeña me mirara ahora... ¿qué diría? Yo creo que se enfadaría. Tengo todo lo que quería. Trabajo, niños, una casa, amigas con las que salir por ahí... En el fondo siento que no tengo ningún derecho a quejarme. Soy feliz. Aunque ni yo misma me de cuenta de ello. No tengo a mi perrita, ni mi madre vive, pero he ganado mucho. ¿Cuantas veces soñé con vivir donde hoy vivo? Muchísimas. Me imaginaba en la habitación que hoy ocupan los pequeños. Tengo dos hijos que son lo mejor del mundo. ¿Y estoy triste porque estoy sola? Es injusto, no puede ser así. No tengo ningún derecho a añorar la compañía de un ser humano. Debería estar agradecida y orgullosa por lo que soy, por donde he llegado, por lo que tengo. No sé si alguien se lo creerá, pero el blog me está ayudando mas de lo que imaginaba. Me sirve de terapia. Expreso lo que siento y caigo en la cuenta de cosas que ni había pensado antes. Por el momento pongo fin a esta entrada, pero no a mis pensamientos, que van a mil por hora.

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