sábado, 29 de enero de 2011

LA LLUVIA, por Javier Astorga. El que me aguanta cada día.

Hoy es uno de esos días en los que salgo a la calle y me administro una dosis extra de calma. La cosa está en que los días de lluvia la mayoría de la gente se muestra de forma muy egoísta. Esto es debido a que el personal se divide en dos bandos, las personas que tienen paraguas y las que no. Dentro de las personas que usan paraguas, la mayoría, o eso creo, caminan totalmente secas y protegidas de la lluvia mediante su paraguas y por caminar pegadas a las fachadas de los edificios. La mayoría de estas personas no se aparta ante un humilde servidor que está calado hasta los huesos, con ganas de comprarse gafas con “mini-limpiaparabrisas” y con la cartera del trabajo totalmente chorreante. No se queda ahí el tema, pues la cuestión que más me intriga es que al intentar este humilde servidor seguir pegado a la fachada para resguardarse mínimamente del agua gracias a los pequeños balcones, la gente que usa paraguas no se aparta, lanza miradas asesinas y, al ceder este humilde servidor ese paso pegado a la fachada, intenta sacar un ojo a su inocente víctima.

También existen los denominados camicaces, aquellos que bajan tanto el paraguas que les impide tener una visión del frente, con lo cual se llevan los ojos y cabezas de otras personas que están a su alrededor, tanto al caminar como al girarse sin darse cuenta de que llevan en sus manos un arma de extremo potencial destructivo.

A todas aquellas personas que me obligaron a salir de mi pequeño cobijo bajo el agua para aumentar mi resfriado, ¡GRACIAS!

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