lunes, 17 de enero de 2011

LA SITUACIÓN.

Vale, sí, lo reconozco, y me molesta. Tal vez sea porque en estos momentos no hay otra cosa que me moleste mas, tal vez porque yo haría las cosas de otra manera o incluso porque la cosa puede ir a peor y no quiero que sea así. Sea como fuere, no me gusta la situación. En esta ocasión no diré a que me refiero, tan sólo una persona lo sabrá y confío en que no se enfade conmigo. No lo hago con mala intención, tan sólo quiero dejar constancia de algo que me molesta. Dejar constancia... trabajo demasiado, yo no hablo así. Bueno, a lo que iba. Soy una persona pacífica, que huye del enfrentamiento y muy comprensiva, pero en esta ocasión mi forma de ser se vuelve en mi contra. Lo entiendo, lo comprendo pero no lo comparto. Sé que pido demasiado. Pedirle a una persona que cambie de actitud es difícil, por eso no lo voy a hacer. Que no lo haga no significa que me de igual, sino que las cosas tienen que cambiar por sí solas, sin que yo intervenga. ¿Enfrentarme a la situación? No. Cada uno sabe lo que tiene que hacer y no quiero ser una gruñona. Que mis hijos piensen que soy un ogro, vale, me parece bien, pero lo piense otra persona por algo que no debería afectarme... eso sí que no. Hablando se entiende la gente, pero en este caso prefiero no hacerlo. Quiero que la persona se de cuenta por sí misma y por los comentarios que le hagan, no por lo que le pueda decir yo. Soy una persona paciente y sé que llegado el momento, si la situación no cambia, tendré que expresar en voz alta mis ideas. Me da un poco de miedo por las consecuencias que ello pueda tener, pero cuando el vaso se llena... no hay quien evite que se desborde. Por estar callada ya he vivido alguna que otra situación desagradable y lo he pasado mal. No quiero volver a pasar por lo mismo. Así que antes de empezar a sentirme mal, sé que hablaré. Todavía no he llegado a ese punto. Ahora me molesta la situación y lo reconozco, mientras siga así permaneceré callada. Para que os hagáis una idea. Es como cuando te gusta un amigo. Si se lo dices y tu a él no le molas, se puede molestar y hablar menos contigo, es decir, consecuencia negativa. Si os moláis los dos la cosa es muy positiva. Como existe un riesgo de que la cosa vaya mal no se lo dices en el momento que te das cuenta que te mola, sino que esperas hasta que no puedes mas, hasta que estás dispuesta a asumir el riesgo de que hable menos contigo. Con esto pasa igual. Tal y como he dicho, es una situación que no debería afectarme, de hecho es lo que digo en voz alta a la persona en cuestión, pero luego, en la intimidad de mi blog, me doy cuenta que no es así. Que sí me afecta y que no quiero que siga siendo así. Confianza. Ahí está la clave. Miedo, es otra palabra que interviene en el conflicto. Es complicado, perder el miedo y confiar en que algo que puede pasar no vaya a suceder es difícil. Pero hay ocasiones en las que debemos hacerlo. Volviendo al caso que he nombrado, es como el amor. Cuando te enamoras tienes mucho miedo, por ejemplo,a una infidelidad pero confías en la otra persona y si no logras hacerlo al cien por cien lo pasas mal y le haces pasarlo mal a tu pareja. Me voy a aplicar el cuento. Dejaré el miedo a que la situación empeore y confiaré en que las cosas se solucionen como deben hacerlo. Estaré calladita y a la espera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario