viernes, 3 de mayo de 2019

UN VIERNES CUALQUIERA


Nueva entrada en la que hablo de las emociones vividas un viernes por la tarde 


   Hoy ha sido un día lleno de emociones. He ido a una visita teatralizada. Os reto a decirlo en voz alta deprisa, yo no soy capaz. La visita consiste en un paseo por un barrio de la ciudad donde un guía y dos actores nos cuentan un cachito de su historia. He aprendido un montón, incluso he empatizado con alguno de los personajes. Ha sido muy interesante. He conocido a gente nueva y he podido asistir gracias a que me hay gente tan detallista como una servidora.

   En un momento de la visita, el pasado me ha dado una bofetada. Entrando en una iglesia donde el suelo me ha recordado a cuando viví interna. Era tan sólo una niña y fue con creces la etapa más dura de mi vida. En el internado era tan feliz como infeliz en casa. No me he dejado llevar por los recuerdos y he levantado la mirada del suelo para caminar hasta un banco. Allí sentada me he dado cuenta de lo mal que veo de lejos. En ese momento entraban dos personas del grupo y las veía borrosas. El pasado y el presente le decían al futuro que necesito gafas.

   Después de levantarnos del banco, hemos pasado por un sepulcro hasta un claustro. Silencio, plantas, arquitectura de hace unos cuantos años, el cielo azul sin nubes. Me he dado cuenta de lo bien que estaba paseando sola. He sentido esa soledad rodeada de gente de la que hablaba el otro día con una amiga. Recuerdo que entonces decíamos que era muy duro, pero en ese momento yo estaba bien. Mientras observo una flor cruzo unas palabras con un chico del grupo y vuelvo a los bancos. Pasar por el sepulcro no me ha gustado. Saber que hay ahí gente enterrada me ha dado escalofríos y no he podido disfrutar ni fijarme en los detalles que nos ha dicho el guía.

   Ya en la calle hacía frío. Un aire que se ha llevado todas las emociones vividas un rato antes. Ni pasado ni futuro, ni infancia ni gafas. Sólo presente, la visita seguía. Caminando hemos llegado hasta una plaza desde la que se veía la pared del edificio donde hice la catequesis. Bueno, eso pensaba en ese momento. Ahora dudo. Sea como fuere, he centrado toda mi atención en las explicaciones del guía.

   Una representación teatral más, acompañada por las lágrimas de una de las mejores mujeres que conozco, y casi acabamos la visita. De nuevo un poco más de historia en otra ubicación y las sorpresas finales que no quiero desvelar por si alguien se anima a hacer la visita. Muy agradecida tanto al organizador como a los compañeros y el guía. Una tarde diferente para recordar.

   Después de un paseo, (par de dos el próximo día os acompaño al bus) he llegado a casa. Muchas emociones y un solo corazón para gestionarlas todas. "El ser humano asume que ha perdido lo que más quiere y sigue viviendo", me quedo con esa frase dicha por la actriz. Somos fuertes y gracias a eso no hay nada que nos detenga. Y aunque en alguna ocasión las lágrimas mojen nuestras mejillas, siempre tendremos un pañuelo para secarlas. Hay veces que ese trozo de papel lo tenemos en el bolsillo, en otras ocasiones nos lo da una mano amiga.

   Gracias por leerme. Hacía tiempo que no escribía entre líneas y lo echaba de menos. Yo ya te he contado mi tarde ¿y tú? ¿Qué has hecho un viernes cualquiera por la tarde?

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