domingo, 7 de agosto de 2011

DESPUÉS DE UN TIEMPO SIN ESCRIBIR... VUELVO A LA CARGA

Una nueva etapa toca a su fin. Lentamente se acerca la hora de decirle "hasta luego" a mi etapa como conductora. Recuerdo perfectamente como empezó todo. Fue hace algo más de dos años. Corrían rumores de que nos iban a cambiar la ubicación del puesto de trabajo. Mi situación por aquel entonces era la siguiente: dos pequeños y uno de ellos con el colegio en el mismo barrio que mi trabajo. Era una fiel seguidora del señor 42 dos. Todas las mañanas, disfrutaba de la compañía del conductor suicida, cuando no tenía prisa o del conductor tortuga, cuando el relog gritaba que no iba a llegar a tiempo. La noticia de cambiar de barrio no me hacía ninguna gracia. Las opciones que se barajaban no eran nada agradables. En el mejor de los casos tendría que coger dos autobuses. Lo que implicaba reducción de jornada con la correspondiente reducción de sueldo, y con una hipoteca recién contratada no era viable. Así que opté por sacarme el carné de conducir. No estuve sola, ya que una amiga se lo sacó conmigo y fue hasta divertido. Tras un par de meses de madrugar mucho, cambiar el turno a la tarde, hacer enfadar al profesor de auto escuela, suspender con el manco, conseguí aprobar con el ya citado examinador. En unos días tuve en mi poder un trocito de plástico que me autorizaba a conducir todo tipo de vehículo cuyo peso fuera inferior a... bueno, el que fuera. Dentro de esos vehículos estaba el vehículo familiar. Una señora Kangú. Cristales tintados en rojo, grande como ella sola y muy rebelde a la hora de meterla en la plaza de garaje. Tras una separación la señora se vino a vivir conmigo. Tenía dos pequeños que llevar al colegio. Por cierto, al final nos cambiaron a tan sólo unos metros de nuestra anterior ubicación. Como decía, yo me quedé con ella y viví emocionantes aventuras. Una de ellas fue con el cd de "Ella baila sola" a toda pastilla con una lluvia de esas que no te dejan ver ni las rallas del suelo. Otra de ellas fue un bonito domingo por la mañana cuando me llevé a mi chico a Logroño de tapas, cuando él pensaba que íbamos a la zaragozana plaza Santa Marta. La cantidad de veces que habré llenado su maletero con bolsas llenas de comida... Pero todo llega a su fin. Un traslado de domicilio al barrio donde tengo colegio y trabajo hacen que sea poco práctico que la siga teniendo. Miro el lado económico. Seguro, itv, ruedas, cambios de aceite... y por ese lado estoy convencida. Pero cuando pienso en la autonomía que me da, el poder ir a ver a una amiga que vive a una hora de mi casa en autobús, el poderme ir al macdonals de plaza cualquier día por la tarde y el valor sentimental que tiene para mí... pues me pongo triste. Sé que tengo total libertad para conducir un bonito 206 gris. La verdad es que es muy chulo, pero no es mi señora Kangú. Como he dicho al principio una nueva etapa finaliza y cuando eso sucede, pasa otra cosa. Y es que empieza otra etapa. Así que disfrutaré de tener el colegio cerca de casa, cerraré los ojos cuando el señor Cierzo acaricie con suavidad mi rostro y miraré en el espejo el tipín que se me va a quedar después de andar todos los días una hora. Además, sé que mi pequeña está en buenas manos. No puedo pedir mas.

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