miércoles, 17 de agosto de 2011

DOLOR

Me duele el corazón. Me duele como nunca antes me había dolido. El dolor sale de dentro, de lo mas hondo. No es como cuando te das cuenta de que una relación de varios años no llega a ningún sitio, ni el dolor que sientes al perder a tu mascota... Es algo peor. Algo que me hace llorar todos los días, ver la habitación de mis chicos y sentir que me falta algo. El motivo es porque hace ya varios días que no les veo. Sé que están bien, pero no están conmigo. Me falta que alguien proteste porque tiene hambre o porque no se quiere echar la siesta o hacer los deberes. Me falta esa cara de recién despertados, ese beso sin venir a cuento, las miradas cómplices... No tengo su olor, su voz, el chapoteo en la bañera cuando se bañan, el tener una cosa pequeña por la cocina intentando ayudar mientras el otro protesta porque está sólo. Me duele el corazón. Sé que dentro de dos días les voy a volver a ver pero estoy muy triste. No quiero ver a nadie, no me apetece levantar el auricular en busca de consuelo, tan sólo quiero que pasen los días para volver a verles, para enfadarme y echarles de más y no de menos. Tal vez influya en algo el que hasta hace un par de días no tenía fecha de regreso y la incertidumbre es lo peor. No saber cuando les voy a abrazar, cuando me van a contar a dúo todo lo que han hecho, cuando me van a enseñar todo lo que le han sacado a la abuela. Tengo ganas de acabar con todo esto. Tengo ganas de que llegue el día en el que tenga tachado en el calendario los días en los que estaré con ellos y los días en los que lloraré su ausencia. Me siento sóla. Terriblemente sóla. No con esa soledad de no tener a nadie con quien hablar, sino con esa de no tener a mi lado a las personas mas importantes de mi vida. Estoy segura que si alguna madre lee esto sabe de lo que hablo. Echarles de menos no me hace ser mejor ni peor persona, mejor ni peor madre, me hace ser humana. Me hace comprender por qué es muy peligroso acercarse a una madre en el reino animal que acaba de tener a sus cachorros. ¿Qué sentirán ellos? ¿Preguntarán cuando van a volver? Son preguntas que lanzo al aire, igual que los suspiros que nadie oye.

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