sábado, 5 de junio de 2010

ÚLTIMO DÍA


Laura camina lentamente hacia el coche. Lo tiene aparcado en el garaje y no quiere llegar. Hoy es un día triste para ella, es su último día de trabajo. Hace casi un año entró en la empresa y ahora la despiden, no le van a hacer indefinida porque no hay dinero. Hace tan sólo unos días su jefe le ha dado la carta de despido. Recuerda cómo subió las escaleras. Le temblaban las piernas, sabía lo que le iban a contar, pero no quería oírlo. Luis, ese hombre afable y cariñoso, estaba sentado en su mesa de trabajo. Cuando vio a Laura caminó hacia ella y la llevó a una pequeña sala. Allí, hace casi un año, firmó el contrato. Lo recordó en voz alta, mientras el hombre sentía que no podía hablar. Un nudo amenazaba con dejarle sin palabras. La joven inició la conversación. Sabía para que le habían pedido subir a hablar con su jefe. Se había prometido no llorar, pero fue lo primero que hizo. Agradeció todo el cariño y el apoyo recibido. Había conocido a las mejores personas de la empresa y estaba segura que nunca volvería a trabajar con gente así. La mesa no fue un obstáculo para que se abrazaran. Luis no tenía palabras. Sólo podía agradecer la profesionalidad y la alegría que había demostrado su empleada durante casi un año. Intentó que le renovaran pero no fue posible, no dependía de él. Disimuladamente se seca una lágrima y le da los papeles del finiquito. Todos los días firma los pedidos que revisa, pero en esta ocasión le resultaba difícil poner su nombre. No quería, quería seguir allí, protestar porque a veces no había gente suficiente, llevar chucherías a sus compañeros y despertar una sonrisa cuando alguien tenía un mal día. Pero no era posible, sabía que todo en esta vida se acaba y su contrato tenía fecha de fin. Y ese día era hoy. Hoy es el día en el que el camino hacia el trabajo se le hace corto. No quiere llegar y ha llegado antes que ningún día. Se cambia lentamente, por última vez se viste con el uniforme de la empresa. En cantina se encuentra con las compañeras de tienda con las que coincide desde hace unos meses. Todos entran a la misma hora. Por última vez abre la puerta de la sección. Se ha prometido no llorar, y va a hacer todo lo posible por cumplir su promesa. El ambiente es el mismo de siempre y pronto se olvida de su tristeza, hasta que llega la hora del cierre y entrega el pedido a su último cliente. Uno a uno sus compañeros le abrazan. Todos tienen palabras de ánimo y cuentan con ella para las próximas quedadas. El último en despedirse es Mario. Con él ha conectado desde el principio, desde que pensaba de ella que era una sosa. En poco tiempo consiguió hacerla sonreír. Se miran fijamente a los ojos. Se van a echar de menos. Ambos esperan que la chica que va a ocupar su lugar esté a la altura y cumpla con lo que se espera de ella. En el momento que Laura se separa de su compañero siente un nudo en el estómago. Ya está, ya se ha acabado el día, su último día en una gran empresa. Como si de una película se tratara, por su mente pasa cada momento bueno y malo vivido. No puede retenerlos, tiene que dejarlos pasar, no puede aferrarse a recuerdos, tiene que seguir hacia adelante y mirar el futuro con optimismo. Nunca ha sido una persona optimista, pero ya va siendo hora de empezar a serlo ¿no?

1 comentario:

  1. No. Algo estremece a Laura; una punzada en el estómago viaja hasta su corazón y de ahí salta al cerebro. Tras años de caos y desengaños, comienza a ver las cosas claras: no es una cuestión de optimismo.

    "Sé fuerte." fueron las últimas palabras que pronunció su madre.

    Sus labios, todavía húmedos por las penúltimas lágrimas derramadas, tensan una media sonrisa. Sus ojos se secan y su mirada se pierde más allá del coche al que se dirige. Abre la puerta y rebusca entre los CD's de la guantera.

    Los acordes de Surfacing, de Slipknot, mecen los peores recuerdos de Laura, quizá los únicos que han quedado tras la extraña sensación que la embargó veinte minutos atrás, en el parking, de camino al coche que ahora la lleva a toda velocidad por la autopista hacia a la última decisión que tomará hoy. Que tomará nunca.

    Al abrir la puerta de su casa, los olores que marcaron su infancia llenan sus pulmones. Se permite un par de segundos de pausa; escucha con claridad los gritos que hace tiempo impregnaron el envejecido papel pintado de las paredes; los gritos de su madre; los suyos propios. Su mandíbula está tensa y un hilillo de sangre brota de la comisura de sus labios. El sabor metálico espolea a Laura, que con paso firme se dirige a la otrora habitación de su padrastro.

    No tarda en introducir la combinación del armero y hacerse con la Benelli M2 que tantas veces disparó de niña para complacer a aquel ser monstruoso que la obligaba a acompañarle en sus cacerías todos los domingos.

    Repasa mentalmente su lugar de trabajo e introduce en la escopeta los seis cartuchos de calibre 12 que va a necesitar.

    "Sé fuerte", esas dos palabras resuenan en su cabeza, en el coche, de vuelta a su trabajo. Laura desliza la mano en el bolsillo de su chaleco y acaricia un último cartucho; su cartucho. Un último cartucho para las últimas lágrimas que derramará hoy. Que derramará nunca.

    Final feliz! ;)

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