miércoles, 28 de febrero de 2018

UNA Y OTRA VEZ NOS CAEMOS Y NOS LEVANTAMOS



Y llega un día en el que una se cansa.

Y se cansa de fingir sonrisas y disimular lágrimas.

Y se cansa de echarle la culpa a las hormonas o a que hoy ha salido un día con niebla y mañana uno lluvioso.

Y mira a su alrededor buscando a alguien a quien echarle la culpa de sus problemas, de su tristeza, de su apatía.

Y lo encuentra, porque estamos rodeados de gente y no todos son como nos gustaría. Me atrevería a decir que nadie es como nosotros queremos que sea.

Y con eso nos basta para echarle la culpa de cada una de las cosas que no nos hacen felices.

Y esa persona se enfada con razón.

Y volvemos a nuestro interior, a ese agujero donde no nos gusta estar porque es húmedo a causa de las lágrimas.

Y nos resistimos a permanecer mucho tiempo ahí, pero no tenemos fuerza para salir.

Porque la tristeza se ha adueñado de nosotros.

Porque el sólo hecho de levantarse de la cama nos supone un gran esfuerzo.

Y miramos a nuestro alrededor, en esta ocasión no en busca de culpables, sino de ayuda.

Y vemos a cada uno con sus batallas.

Y nos sentimos sólos.

Y lloramos.

Y vemos como el pozo se hace cada vez más y más hondo, más y más frío.

Pero no podemos hacer nada, porque las fuerzas y las ganas de luchar nos las dejamos varios metros más arriba.

Y seguimos cayendo a tiempo que nuestros ojos luchan por encontrar algo de luz entre tanta oscuridad.

Y nos damos cuenta que estamos luchando, que tenemos los ojos abiertos.

Y notamos bajo nuestros pies desnudos el tacto húmedo del fondo del pozo.

Y nos ponemos en pie.

Y poco a poco, muy poco empezamos a hacer cosas que nos hacen sentir bien.

Y casi sin darnos cuenta nos encontramos rodeados de sentimientos olvidados como la alegría y la esperanza.

Y volvemos a relacionarnos con la gente, pero no para buscar culpables de nuestra desgracia, sino para agadecerles todo ese apoyo que siempre estuvo ahí y nunca vimos.

Y damos un paso al frente y nos ofrecemos a llevarles armas a esas batallas en las que están sumergidos.

Y nos damos cuenta que ayudando nos ayudamos.

Y eso se convierte en un círculo vicioso del que no queremos salir.

Hasta que llega un día en el que, sin saber por qué, una se cansa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario