martes, 29 de abril de 2014

DESDE EL CORAZÓN

Unas líneas que relatan la vida de una mujer

   En algún lugar vive o vivió una persona que hizo feliz a otra. Un hombre que llenó de luz los días oscuros de una joven. Un señor que se enamoró de una mirada, una sonrisa, un pelo largo y negro. Esa persona amó como solo saben hacerlo las personas de buen corazón. Su enamorada vivió feliz a su lado. Por fin podía sonreír. Lejos quedaba la infancia marcada por una madre autoritaria y un padre bueno. Ahora era una joven con toda una vida por delante. Vivía feliz imaginando días y noches al lado de la persona que le sacaba los colores con tan sólo una palabra. El tiempo que pasaban juntos era lo mejor que ambos tenían.


   Pero esto es la vida real, no es un cuento de hadas, y el final no es feliz. El hombre sufrió una enfermedad que le deformó parcialmente la cara y la mujer se vio obligada a alejarse de él. Ella no quería, lo amaba con toda su alma. Pero la madre autoritaria le prohibió verle. Las lágrimas parecían no tener fin. Los días que antes eran soleados ahora eran oscuros y tristes. La joven miraba los regalos de él. Los sostenía con fuerza contra su pecho como si de esa manera pudiera sentirle mas cerca.


   Le presentaron a un hombre y al cabo de los meses se casó. En la foto de la boda a pesar de la sonrisa, sus ojos son tristes. Es una mujer de mirada triste porque la alegría se la llevó aquél hombre bueno que seguro que todavía hoy recuerda a su gran amor. Tenía la esperanza de que su esposo le diera la felicidad que ansiaba. Y si, durante un tiempo fue feliz pero cuando se quedó embarazada descubrió que la persona que dormía a su lado no era la que había conocido antes de casarse. De nuevo, las lágrimas rodaron por su mejilla. Lágrimas de rabia, dolor e impotencia. Un día asumió su situación. Aceptó su destino y decidió no seguir luchando. Se rindió. Ni la carita sonriente de su bebé consiguió que cambiara de idea. Su luz se había apagado. No le quedaban fuerzas para seguir viviendo.


   Un día, en un hospital, un paro cardíaco. La reanimaron y vivió unos minutos mas. En el último momento decidió luchar, pero su débil cuerpo no supero el segundo paro cardíaco. El pitido continuo del monitor informa a los médicos que esa mujer ya no está en el mundo de los vivos. Una sábana le cubre la cabeza mientras el alma viaja hasta un lugar donde espera la llegada de la noche. Esa noche, sólo esa noche, paseará por el sueño de su amada hija. No le dice nada. Tan sólo estará ahí, en la cocina, junto al fuego de gas donde asaba el chorizo. La mirará por última vez. Hasta que el amanecer abra los ojos de la pequeña. Una niña que algún día se hará mujer y luchará por tener la felicidad que a su madre le negaron.



No hay comentarios:

Publicar un comentario