domingo, 19 de febrero de 2012

DEJAREMOS DE BUSCAR

Esta entrada la escribí el día 14/2.


¿Por qué buscas si no has perdido nada? La experiencia nos dice que la mejor manera de encontrar algo no buscarlo. Vas a salir de casa y te das cuenta que no llevas las gafas de sol. Te vuelves loca buscándolas. Hace dos minutos las llevabas en la mano y ahora... En la mesa del salón no están, vas a la habitación, tampoco. En la mesilla al lado del sofá no. ¿Dónde estarán? Justo en ese momento ves las llaves que están en la cerradura. Las coges porque las necesitarás para abrir la puerta y es entonces cuando notas una presión en la cabeza. ¡Las gafas! Las llevabas todo el rato puestas a modo de diaema. Es una escena que a cada uno de nosotros nos resulta familiar. Si no con las gafas de sol sí con las llaves o el móvil. La de veces que me habrá vibrado el bosillo mientras me llamo desde el fijo para saber donde estaba. Las dos personitas que mas quiero vinieron sin ser llamadas. En ambas ocasionas sabía que la posibilidad estaba ahí, pero ni de lejos me imaginaba lo que cambiaría mi vida nueve meses después. La felicidad que siento cuando el pequeño se duerme en mis brazos o cuando el mayor sonríe orgulloso porque le he dicho que algo lo ha hecho bien... eso no se paga con dinero. Bueno, que me voy del tema. Estaba hablando de encontrar las cosas cuando no se buscan y de por qué buscar si no has perdido nada. Por supuesto una vez mas, y en este día tan especial, hablo de amor. Sabemos eso es algo que llega sin mas, sin necesidad de buscarlo. Yo creo que cuando buscamos el amor realmente nos estamos buscando a nosotros mismos pero no somos conscientes de ello. Pensamos que para sentirnos plenos necesitamos tener a alguien a nuestro lado cuando realmente no es así. La plenitud no viene dada por lo que sentimos acia otra persona sino hacia nosotros mismos. Lo complicado encontrar ese punto en el que nos sentimos bien aunque no tengamos a nadie que nos demuestre su cariño. Tal vez eso sea lo que debemos buscar. Y sólo entonces estaremos preparados para recibir a otra persona y hacerla tan feliz como se merece, como merecemos todos, porque al final lo que nos queda es eso, la felicidad. Dicho esto, me aplicaré el cuento y dejaré de buscar lo que viene sin ser llamado. Sé que llegará justo en el momento adecuado, cuando esté preparada para tirarme de nuevo a esa piscina imaginaria, a ese gran mar de sentimientos llamado amor.

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