martes, 9 de noviembre de 2010

SIN TíTULO

La entrada de hoy iba a ser diferente, de hecho hasta la tenía escrita. Pero en este momento no quiero compartirla con las personas que leen estas líneas. No creo que la publique, al fin y al cabo, nadie la entendería. Es una de esas que van dirigidas a mí. Acabo de llegar a casa y tengo el corazón en un puño. Le he ido a llevar una minicuna a una amiga que en breves será mamá y sus lágrimas me han conmovido. Su abuelo está grave, muy grave. He de decir que no conozco al hombre, pero su dolor, la incertidumbre de no saber que le pasa, el miedo de que su disgusto pueda afectar a la criatura... Soy una persona sensible, y es un rollo. No sólo lloro o río con lo que me sucede a mí, sino con lo que le sucede a gente cercana. Recuerdo que ya de pequeña me pasaba eso. Cuando veía a mi madre llorar, aunque no supiera que le pasaba, lloraba yo también. Sólo me pasaba con ella. Ahora soy mayor y capaz de controlar las emociones. Me resulta mas fácil no reír cuando alguien ríe que lo contrario. El disgusto de mi amiga consigue que olvide, por unos minutos, las tontadas que tengo en la cabeza. Digo tontadas porque es así, porque en esta vida no puedes estar triste sólo porque algo no sale como quieres. Me doy cuenta de que hay cosas realmente importantes, por las que merece la pena llorar. Estoy triste. Necesitaría cura de lágrimas. Una buena película sería la solución. Tal vez de esa manera consiga limpiar esa mirada apagada que veo en el espejo. Poco mas tengo que decir. Tan sólo darle todo el cariño y afecto a esa amiga. Yo sé que es una tía luchadora, lo que ha hecho no lo hace todo el mundo, y aunque hoy su mundo se derrumbe, sé que mañana será una madre entregada que dedicará la vida a darle a su hija todo lo mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario