lunes, 10 de junio de 2019

LA RUTA DE LAS EMOCIONES






Entrada en la que cuento cómo fue una ruta dominguera. 
   Es habitual que los domingos el despertador suene antes que entre semana. Pero lo de éste fue pasarse. Vale, sí, lo reconozco. Parte del sueño fue culpa mía porque me acosté tarde. Pero volvería a hacerlo. Cuando te lo pasas bien, las horas avanzan a la velocidad de la luz. Bueno, que me voy del tema, como decía, madrugué mucho. Eso sí, no lo hice sola y desperté a mis dos ¿pequeños? ¿hombrecitos?. A mis dos amores. Con la legaña aún colgando salimos de casa.

   A la hora prevista, más o menos, hicimos nuestra primera parada. Recogíamos a nuestra amiga perruna y a su dueño. El animal era el más despierto de los ocupantes del vehículo.

   Con cinco minutos de retraso llegamos al punto de encuentro. Allí estaban mi gran amiga y su perrete, un hombre al que conozco de un día y dos mujeres y otro hombre más. Estábamos al completo. La ruta la decidimos en ese momento. Elegimos el lugar donde menos probabilidad de lluvia había. Con la ruta clara, reparto de coches y a la carretera.

   Mi niño pequeño se quedó dormido en el coche  y cuando me monté seguía feliz en su mundo de sueños. Lo que no imaginaba en ese momento era que su despertar iba a ser con la palabra "accidente".

   En el primer coche iba el chico al que conocí un día, mi hijo mayor, una mujer con la que iba a empatizar y aún no lo sabía y mi gran amiga con mi pequeño amigo perruno. En el segundo un hombre y una mujer que no conocía y en la cola íbamos nosotros. Un pequeño durmiente, una perra a la expectativa de ver dónde la llevábamos, su dueño y una servidora. No tardamos en perderles de vista.

   Iba yo feliz por mi carril de la autovía y de repente vi una nube de humo. En realidad no era humo, sino tierra. Un coche que iba en dirección Zaragoza, acabó en el arcén del sentido contrario. Se me paró el corazón. Pensaba que había sido alguno de los coches que llevábamos delante. Mi compañero adulto me tranquilizaba. "No han sido ellos. Tú tranquila. Reduce poco a poco y pégate a la derecha." Lo hice. El corazón se me aceleró al ver un coche en la cuneta. El hombre me dijo que me quedara dentro, salió y habló con el conductor accidentado. Un minuto después yo salía, con el teléfono en la mano, para llamar a emergencias. En cuestión de minutos estaba con nosotros un trabajador de mantenimiento de autovías. Le pasé el aparato para que dijera la ubicación exacta. Entre mi sentido de la orientación y los nervios me llegaba justo para recordar que hacía poco habíamos pasado un cartel que decía " Huesca 11 kilómetros". Al poco de colgar llegaba la guardia civil. En el coche accidentado sólo iba un hombre que yo noté aturdido por el susto. No era para menos, tenía golpe en el parabrisas y en el morro. La puerta no se podía abrir. Tras hablar con él, el hombre uniformado me dio las gracias por parar y continuamos nuestro viaje.

   Ya estaban avisadas las personas de los dos coches de delante, que al poco nos dijeron que nos esperaban en un bar de un bonito pueblo, Ayerbe. En ese momento luchaba contra las lágrimas. Mi pequeño estaba despierto y necesitaba toda la atención para evitar cualquier tipo de distracción. Pensé en qué habría pasado si hubiera pasado 30 segundos antes por el lugar del accidente. Imaginarme un coche cruzando de lado a lado los dos carriles de mi sentido mientras yo circulo a la velocidad de la vía, me ponía los pelos de punta. Habría muchas posibilidades de que si hubiera pasado, ahora no estaría escribiendo esto. Esos pensamientos no ayudaban, así que decidí aparcarlos. Intentaba relajarme.

   Una vez en Ayerbe, entré con el pequeño en la pastelería. Venía bien endulzar la mañana que había empezado con emociones con las que no contaba. Un pis antes de seguir la marcha y en el baño me derrumbé. Tenía que sacar fuera ese nudo que me oprimía. Mi amiga me apoyó y una de las compañeras de ruta también. ¿Alguna vez habéis empatizado con una persona que no conocéis de nada? Es muy bonito. Te sientes comprendida. Tras ese momento de bajón y con la cara lavada, seguimos camino.

   Ahí estaban ellos. Grandes y altos como ellos solos. Los mallos de Riglos. Fue una de mis primeras excursiones y me gustó volver. Una pelea con la aplicación que nos guía y a disfrutar del camino. Foto aquí, foto allá. Todo verde y muy bonito. Conforme avanzaba, dejaba atrás la ciudad, la rutina, el susto mañanero, las obligaciones. Me sentía parte de esa belleza.

   Entre los dueños de las mascotas se cambiaron el calzado. Las botas del dueño de la perra preferían ver el paisaje colgadas de la mochila, así que decidieron romperse. Afortunadamente, la dueña del perro estaba cogiendo manía a sus botas recién estrenadas y ambos tenían el mismo número. Así que ella hizo el paseo con unas deportivas comodísimas.

   Una parada para almorzar y seguimos trayecto. A ver, que yo lo cuento muy alegremente. Pero lo que nadie sabe es lo que pasa por mi cabeza cada vez que veo una cuesta. Desde "quién me manda a mí" hasta "no puedo con mi alma" pasando por "llego hasta arriba como que me llamo" sin olvidarme de "estoy tan cansada que no puedo ni pensar". Suena a masoquista, pero me encanta. Cada ruta con desnivel o larga y llana, supone un reto físico y mental. Las recompensas son muchas, desde las vistas hasta la satisfacción personal cuando los números hablan de desnivel y kilómetros.

   El día no podía ir mejor. Y aunque en ese momento no lo pensaba, es maravilloso poder caminar con mis dos amores, con gente de la que me llevo un buen recuerdo y con una gran amiga. La montaña es mucho más que árboles o calzado cómodo. La montaña es una palabra de ánimo, una conversación sobre las próximas rutas, mil ofrecimientos de dejarte un palo para ayudarte. La montaña sabe a unicornios de gominola, sandwich de pavo y queso, cerezas, frutos secos. El sonido de los pájaros interrumpe las conversaciones. Y en lo alto el sol sonríe a los que llevan crema y maltrata a los que no. Te puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. Pero andar con gente y tener la confianza de que pase lo que pase vas a tener a alguien que te apoye, es lo más. Todo el mundo no es así. Pero yo he tenido la suerte este domingo y en muchas excursiones anteriores, de contar con gente que da confianza y te hace sentir una más.

   Finalizada la ruta y tras hablar con cada compañero de ruta cuando el aliento me lo permitía, llegamos al pueblo donde esperaba una botella de agua fresca y una caña con limón. Comimos gracias a que mi gran amiga tiene un gran corazón y un tupper gigante llevo de carne empanada. Eso no se paga con dinero. Ni eso, ni que el dueño de la perra coja el volante y conduzca de vuelta.

   Cuando llegué a la ciudad, me había olvidado del madrugón y de las cuestas. En mi recuerdo sólo queda la satisfacción de haber ayudado a una persona en apuros. La alegría de conocer a gente tan maja. El orgullo de tener unos hijos que dijo la mujer del bar que eran muy educados. Y la sensación de que soy una campeona porque no tengo agujetas.

   Y hasta aquí mi resumen de un día intenso. Te animo a comentar, a seguir leyendo entradas y sobretodo, gracias por dedicarme unos minutos de tu tiempo.

11 comentarios:

  1. Desde el primer momento me pareciste una persona especial. Después de conocerte lo que puede dar de sí un día intenso ya no tengo ninguna duda... Detrás de unos hijos estupendos hay una gran mujer

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    1. ¡Qué bonito comentario, Sonia! Muchas gracias. El sentimiento es mutuo. Me sentí comprendida en un momento difícil y eso dice mucho de tí. Ayudaste en todo momento a mi pequeño y eso es de agradecer. ¡Nos vemos en la próxima!

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  2. Toda la razón, un día inolvidable.
    Una madre 100%

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. ¡Muchas gracias Josemi! ¡Seguro que hay más días así!

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  3. y que majos los chicos que hasta en el bar nos lo dijeron Isa !! un abrazote

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    1. ¡Gracias Antonio! Por proponer la excursión, por la ruta y la compañía. Una salida de 10. No puedo estar más orgullosa de los pequeños. ¡Nos vemos!

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  4. Un relato fabuloso fuiste con gente que aprecias, con tus hijos, que más se puede pedir? Que te tuviera en tus pensamientos como yo te tuve a ti no cambies nunca eres inolvidable

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    1. ¡Qué bonito, Juanjo! Sí, el día no pudo ser mejor. Estuviste en mis pensamientos. Y estoy segura que en otra ocasión no nos pensaremos, sino que caminaremos juntos. La buena compañía hace que un paisaje aún sea más bonito. Y tú eres buena compañía. Gracias por tu comentario. ¡Un besico!

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  5. La vida sentimientos escritos y expresados perfectamente..Llegan al lector...como si estuvieras dentro de la historia..

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    1. ¡Muchas gracias por tu comentario Juamoe! Me alegro haber podido transmitir a través de las letras las emociones vividas. Por cierto, ¿nos conocemos? ¡Un saludo!

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