domingo, 10 de marzo de 2019

SILENCIOS


Entrada en la que reflexiono sobre esa sensación que se te queda cuando alguien te deja de hablar.


  De un tiempo a esta parte, me estoy haciendo experta en silencios. Los recibo y los entrego. Los hay de varios tipos. Los de después de una noche de pasión, después de un beso o porque sí.

   Si me molesta recibirlos aún me molesta más darlos. La callada por respuesta. Centrarme en el lado práctico de "si tú no me hablas, para que lo voy a hacer yo" o "llevo escribiéndote varios días yo primero, considero que te toca a ti".

   Cansa, de verdad que cansa esta situación y mucho. Me duele la garganta de callarme lo que pienso. Porque total, ¿para qué me voy a molestar en hablar con alguien que no quiere oírme?. Además, ¿qué voy a sacar en claro al decirle a una persona que me ha hecho daño? Si ya lo sabe. Todos sabemos cuando hacemos daño con nuestros actos.

   Supongo que ahora es cuando reflexiono y le encuentro el lado positivo y la solución a esos dolorosos silencios. Porque los silencios duelen. Duelen las preguntas sin respuesta. Los ¿por qué?. Los ¿otra vez igual?. Los ¿qué he hecho mal?.

   Soy un sentimiento con patas. Demasiado sensible tal vez, pero forma parte de mí. Y guardar silencio y hacer como si nada pasara es ir en contra de mí. ¿Por qué no lo hago de otra manera? Porque así es como son las cosas. Y me guste o no, debo adaptarme.

   Decía al principio que soy experta y la verdad es que esa experiencia ayuda. Poco, pero algo ayuda. Porque cada vez, el dolor se supera antes. Porque cada vez conozco mejor las reglas de un juego al que cada día estoy más cansada de jugar. Pero que no puedo dejar de hacerlo porque es la única manera de llegar al final de la partida. Y será en ese final donde todos los silencios anteriores me darán igual. Porque sabré que a partir de ese momento no volverá a haber ninguno más.

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