lunes, 9 de abril de 2012

RETO

Ayer una amiga y yo hicimos una excursión. El camino en un primer momento era llano, después empezaron las cuestas. ¡Y que cuestas! No podía con mi alma. Mientras ascendía iba pensando en el camino. Intentaba animarme imaginándome lo que vería cuando llegara al final del mismo. Hicimos varias paradas durante el ascenso para admirar el paisaje y respirar un poco. Allí no tenía problemas, el único era dar cada paso sin caerme. Cuando llegamos al final de la ruta quedé decepcionada. Habíamos llegado a un hayero, cuando yo pensaba que nuestro destino era la cima de una montaña. Las vistas eran bastante pobres, tan sólo había árboles a nuestro alrededor. El paisaje de subida era mas bonito. Después bajamos hasta llegar a nuestro punto de origen. Resbalé un par de veces pero ninguna me caí. Si cogemos la excursión y la comparamos con la vida real encuentro muchos parecidos. La vida es un camino que va por etapas. En ocasiones son duras, muy duras las subidas, pero son necesarias para llegar a nuestro destino. Tal vez lo que encontramos al final del camino no es lo que esperamos, pero es imprescindible recorrerlo. No importa si estás cansado o si sientes que la cuesta no va a acabar nunca. El final siempre llega y está ahí, esperando a que llegues. Cuando has llegado debes continuar el camino. No sabes si el próximo será mas fácil o mas difícil que el que has recorrido, pero hay que seguir. Y siempre hacia adelante. Mirando atrás lo justo para alegrarte de lo conseguido y para aprender de los errores. Es necesario tropezar para darnos cuenta que tenemos equilibrio y que a pesar de tropezar no caemos. Si en algún momento nuestras manos tocan el suelo, no pasa nada, las utilizaremos para levantarnos y continuar. Ayer fue uno de esos días en los que me olvidé. Tocando el agua del pequeño río olvidé mi trabajo, subiendo la cuesta olvidé que tenía que planchar, observando lo que me rodeaba olvidé el resto de cosas. Allí sólo era la amiga de mi acompañante y una chica con ganas de andar y de cansarse. Y si, me cansé. Hoy tengo agujetas hasta donde la espalda pierde su casto nombre. Pero me siento feliz. Viene bien desconectar. En la vida no puedes hacerlo, o vives o no vives. Yo he decidido lo primero y espero tener la fuerza necesaria para llegar a lo alto de aquella montaña. Dejé la ruta a medias y eso es algo que no quiero que sea así. Deseo acabarla, tengo ganas de llegar a lo alto y observar las vistas, hacer alguna foto y sentir que he acabado una etapa de mi vida y que debo continuar buscando el siguiente reto.

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