Nueva entrada en la que hablo de un mes en el que digo adiós y hola.
El pantalón vaquero se ajusta a mis piernas como un guante. Noto su calor y su tacto. No me gusta esa sensación. Siento ganas de cortar las perneras y sentir el aire por delante y detrás de las rodillas.
Un escalofrío me recorre la espalda. Ya no hace el calor que hacía por más que me empeñe. Las temperaturas poco a poco, grado a grado, comienzan a bajar. Me niego a admitirlo. Me cuesta asumir que los pantalones cortos esperarán su turno en el armario a la espera de si he engordado o adelgazado.
Mientras camino miro mis pies. Ellos aún pueden sentir la brisa mañanera aunque las sandalias piden a gritos su merecido descanso. Muevo los dedos. En silencio me piden el abrigo de un calcetín fino. Me resisto a ello. No quiero volver a perder calcetines en la lavadora.
Conforme avanzo, avanza el mes. Me susurra al oído palabras como rutina, problemas aparcados a los que debo dar solución, nuevos retos. De alguna manera, cada septiembre empieza un año nuevo. Y como cada año, los buenos propósitos se me acumulan. A muchos de ellos no les daré salida, pero otros verán la luz. Uno de ellos es mantener el blog con vida. Darle en forma de entradas o relatos, alimento para que nunca muera este proyecto que empecé hace algunos años y con el que pienso seguir hasta que se me olvide escribir.
Gracias por estar ahí, por leerme y si te animas a comentar, puedes hacerlo libremente.
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