sábado, 21 de julio de 2018

PIRINEOS SUR, FESTIVAL DE COLORES


Entrada en la que hablo sobre las sensaciones al vivir durante unos días en tienda de campaña . 
  

    
   Hace muchos años que no iba de acampada. Algo así como unos 20. Fue con los scouts. El sitio era precioso, un pueblo llamado Plan. De aquella experiencia recuerdo muchas cosas. Las canciones, el monitor y su mujer, un baile con el chico guapo del campamento cuya sonrisa no he olvidado... Y cómo no, la despedida. Fueron dos semanas compartiendo experiencias con personas de diferentes edades. En esos días aprendí una lección que aún hoy recuerdo y es que en gran medida, depende de nosotros reír o llorar.


      Los años han pasado y hace unos días he vuelto a dormir dentro de un saco. Muchas sensaciones me invaden al recordar el cielo estrellado por la noche o el frío que me asaltaba en mitad de un sueño profundo. El paisaje, el calor, el frio, el aire puro... Difícil describir con simples palabras algo tan grande.


      En esta ocasión, Sallent de Gallego fue el escenario de mi aventura. ¿La excusa? Un festival de música, Pirineos Sur. ¿La compañía? mis pequeños, un buen anfitrión y una chica que no conocía. ¿Sensaciones? A cual más positiva.


      Me resulta difícil dejar de lado la parte emocional, quien me conoce o si ha leído el blog, estará de acuerdo con ello. Pero voy a hacer un esfuerzo para relatar la experiencia.


      Eso de levantarte por la mañana, con la vejiga a punto de estallar y ver los baños en la otra punta del camping... Cómodo no es. Las cosas como son. Aprovechas para cogerte el gel y el champú y darte una ducha con agua caliente si tienes suerte. Ese esfuerzo de abandonar la tienda con tus mejores galas, osea, en pijama, es sobrehumano. De camino vas mirando cada tienda deseando no encontrarte con nadie porque tienes miedo de asustarle.


      Cuando la vejiga está vacía y no hay rastro de legañas te sientes mejor. Si has tenido la suerte de disfrutar del agua caliente sales de las duchas con una sonrisa de oreja a oreja. Y entonces lo ves. Bueno, lo vi. Vi el paisaje en el que me encontraba. Allá donde mirara había montañas. Una gran mancha verde cubría todo lo que mi vista podía alcanzar. Diferentes tonalidades para un color que nunca dejará de sorprenderme. Sin ser consciente de ello, una sonrisa acude a mis labios sin ser llamada. Esto es vida. Con ese paisaje de color naturaleza es imposible que el más mínimo problema pueda hacerse hueco. La rutina y todos los retos diarios están lejos, muy lejos. Siento como cargo las pilas. Noto que soy parte de esa belleza. No se me ocurre recompensa mejor para el gran esfuerzo de salir de la tienda.


      Buscar un enchufe en un bar, localizar un baño minimamente limpio, comer algo que sea más económico que caro, encontrar un sitio donde echar la siesta... Son pequeños retos del día a día cuando tu casa es un trozo de tela con una cremallera. De alguna manera empiezas a valorar lo que realmente es importante. Para mí lo más importante son las personas. Sentir que tengo mi sitio, que ese lugar tan bonito me abraza igual que lo hacen mis hijos o compañeros de aventura.


      Llegados a este punto y por si no se ha notado, tengo que reconocer que estoy enamorada. Enamorada del paisaje, de las sensaciones de líbertad al escuchar el silencio o el canto de los pájaros, de un cielo lleno de estrellas acompañado de una luna en cuarto creciente, de un lago que me enseña desde otro punto de vista la montaña, de un bonito pueblo del pirineo. En definitiva, enamorada de esa sensación de conexión conmigo y con los míos y desconexión con el resto del mundo. En esta semana he aprendido que lo importante no es un enchufe o un baño limpio, sino la paz interior. Esa sensación de no necesitar nada más, de plenitud.


      Quiero repetir la experiencia. Sola o acompañada. En Sallent o en cualquier otro sitio donde pueda disfrutar de las montañas. En verano o en invierno. Hasta ahora sólo había salido de excursión por el monte, madrugando mucho el domingo y vuelta a la realidad por la noche con las pilas cargadas y el cuerpo agotado. Pero el camping es dar un paso más, es sentirme parte de la belleza que captan mis pupilas. Tengo pendiente observar el cielo plagado de estrellas. En esta ocasión estaba demasiado cansada para poder apreciarlo. Quiero tumbarme y dejarme llevar por la belleza de un cielo oscuro cubierto por puntitos de luz. Esa será la mejor manera de caer dormida hasta que el sol se alíe con los pajaritos y me despierten.


      Doy por finalizada esta entrada. Gracias por estar ahí y espero haber sido capaz de transmitirte un poco de belleza.
  

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